domingo, 16 de diciembre de 2007

-Iglesia de San Gil.


En la cuesta que asciende hacia el cerro de San Miguel, y junto al arco de San Gil, se encuentra la que puede ser la más bella e interesante iglesia que tenemos en la ciudad de Burgos.

El templo se levanta en un pequeño montículo, en el que parece ser que antes de esta iglesia hubo una pequeña ermita dedicada a San Bartolomé. El exterior no es muy atractivo, por estar adosado el templo a la muralla, aunque la escalinata realizada en 1834 contribuye a darle cierta monumentalidad. La puerta principal es de estilo gótico y sobre ella se abre un gran rosetón con tracería de estrella de ocho puntas.


La sobriedad del exterior del templo contrasta con la magnitud, la grandeza y la luminosidad del interior. De primitiva fábrica románica fue sustituida a finales del siglo XIII y comienzos del XIV, para ser reformada en 1399 por iniciativa de Pedro de Camargo y García de Burgos y del obispo don Juan de Villacreces. Tiene una planta de tres naves con capillas laterales de gran interés artístico, como las del Santo Cristo, la de la Buena Mañana y la de la Natividad. Estas últimas contienen magníficos retablos, hispano-flamenco la primera, de Gil Siloé, y renacentista la segunda, de Felipe Vigarny, a cuyos lados están los dos arcosolios de los fundadores, Juan de Castro y su esposa Inés de Lerma, y los padres de éste, Juan García de Castro y Teresa de Múgica.
En el siglo XV también se amplió la cabecera y en el siglo XVI se añadieron dos capillas: la funeraria de la Natividad, y la de la Cruz, obra esta última del arquitecto burgalés Juan de Vallejo.

Merece la pena detenerse en la Capilla de la Natividad de la Virgen. Su bóveda es única. La estrella calada que ahora vemos fue descubierta en 1979 durante las obras de rehabilitación del templo. La capilla fue mandada construir por Juan de Castro e Inés de Lerma, cuyo sepulcro, todo de alabastro, ocupa el centro del recinto.
El año 1480 don García de Mazuelo y Alonso de Lerma refunden la Capilla de la Buena Mañana o de Nuestra Señora, obra de Gil de Siloé.
En la capilla de la familia Burgos se guarda un interesante conjunto de pinturas flamencas y españolas de los siglos XV y XVI.
En la capilla de los Encinas se conserva el denominado Cristo de las Gotas o Cristo de la
Sangre, que se custodió hasta el siglo XIX en el cercano convento de la Trinidad, lugar en el adquirió fama de milagroso. La leyenda relata que durante la batalla mantenida por Enrique de Trastámara contra su opositor a la corona de Castilla, se derribó en templo. Una de las piedras chocó contra la cabeza de la imagen y de la herida brotaron gotas de sangre. Una piadosa mujer que rezaba a los pies de la Cruz, recogió esta sangre. La toca manchada se guarda, como reliquia, a los pies de la imagen.
Según la tradición, fue traído a Burgos por San Juan de Mata, fundador de los trinitarios, a comienzos del siglo XIII, aunque en realidad debe tratarse de una obra labrada en el siglo XIV.

El presbiterio está presidido por un retablo barroco, fechado a finales del siglo XVII, de
grandes columnas salomónicas, que alberga, en el centro, un lienzo con un pasaje de la vida de San Gil Abad, obra del burgalés Martínez Barranco.

Pero, sin duda, lo que ha hecho famosa a San Gil son sus cuatro espectaculares retablos. El primero se ubica en la capilla dedicada a la Virgen de la Buena Mañana. Su imagen preside el centro de la pieza construida, en el siglo XV, por Gil de Siloe. Muy similar a este retablo es el de la Capilla de los Reyes Magos. Es obra de los maestros Diego de Siloe y Felipe de Bigarny.Entre estas dos capilla se encuentra el Altar Mayor y en él, el retablo dedicado al patrón, San Gil Abad, aún venerado por los peregrinos a Santiago. Su construcción es reciente. Fue encargado a Policarpo de Nistrosa en 1671 aunque su policromía data del 1740.
En una de las torres de la iglesia se cobijaban “las emparedadas”, mujeres que se alejaban voluntariamente del mundo y pasaban la vida recluidas, dedicadas a la oración y a la penitencia.

Está declarada Bien de Interés Cultural y aunque hoy la vemos casi oculta por los edificios aledaños, este templo fue en el siglo XV un paso obligado para los peregrinos a Santiago.

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