lunes, 28 de enero de 2008

-Villadiego



La villa fue fundada, según es tradición, por el Conde Don Diego Rodríguez Porcelos, Señor de Amaya, en la segunda mitad del siglo IX, en aquellos tiempos del Reino Astur en que la corona residía en Oviedo y Alfonso III impulsaba la repoblación de los territorios situados entre la Cordillera Cantábrica y el Duero, y algunos años antes de que el mismo emprendiera la gran obra de la fundación o repoblación de Burgos por mandato del Rey Alfonso III el Magno, hacia el año 884. Así se tituló esta Villa, bien porque el Conde Diego la fundara o bien porque fuera su dueño y señor.

Sin embargo, no será hasta el 978 cuando aparezca citado por primera vez en el documento fundacional del Infantado de Covarrubias.

Es también aquí voz común trasmitida desde tiempo inmemorial de padres a hijos que VILLADIEGO se denominó primitivamente Las Siete Villas de Diego. En la antigüedad hubo ciertamente estos barrios con sus iglesias, de los que sólo subsiste el primero. A saber: Barruelo, San Esteban, San Cristóbal, Tudanca de Arriba, Tudanca de Abajo, Mora y el primitivo villorrio de Villadiego. Lo más probable es que al fundar el Conde Don Diego este pueblo diseminara por la campiña una cuantas casas de campo, las cuales en el correr de los años, uniéndose unas a otras con nuevas edificaciones, formarían el núcleo de lo que luego se llamaría Villa de Diego o Villadiego.

Durante la Edad Media, Villadiego fue cabeza de alfoz y capital de merindad. Este hecho, unido al fuero otorgado por Alfonso VII en el año 1134 y confirmado posteriormente por Fernando III y Alfonso X, contribuyó a la consolidación del lugar como núcleo comercial y político.
Desde tiempo inmemorial estuvo Villadiego estrechamente vinculado a los Condes de Amaya. Don Fernando de Lara dominaba en Amaya y Ordejón y por lo menos desde 1182 defendía y tenía dominio en Villadiego. Pero en tiempos del Rey San Fernando pasó a dominio real y a él perteneció hasta el 18 de julio de 1255 en que Alfonso X el Sabio lo concedió en venta a Burgos, la que fue confirmada por su hijo Sancho el Bravo en 26 de mayo de 1285.

La prosperidad comercial de la villa, que formaba parte de las rutas de la sal, explica que acogiera a una importante comunidad judía ubicada entre las puertas del Arco de la Cárcel y de las Monjas, donde actualmente se encuentra el monasterio de San Miguel de los Ángeles.

Villadiego dependió de los señores de Amaya, y después de la Corona, hasta que en 1255 el Rey Alfonso X la otorgó al Concejo de Burgos.
A mediados del siglo XIV pertenecía la Villa, según el Becerro de las Behetrías, a Doña María de Portugal; siendo enajenados los derechos monetarios de Villadiego por Enrique II, en favor de los Tovar.
A principios del siglo XV fue vendida a Juan Fernández de Velasco a cuyo señorío ha pertenecido hasta su extinción en el siglo XIX.

En la actualidad, el trazado urbano de Villadiego conserva la antigua planta ovalada marcada
por la línea de la muralla que, ya a principios del siglo XV, rodeaba toda la localidad. De las cuatro
antiguas puertas sólo se conserva el Arco de la Cárcel, totalmente restaurado a partir de 1983 y
remodelado en su interior para acoger el Museo de Pintura y Etnografía, que incluye destacadas
obras pictóricas de Mariano Fortuny, Sorolla, Benlliure, Vicente López y otros autores de los siglos XV al XVIII.

La villa conserva todavía un buen número de edificios y rincones de interés. Entre ellos se
encuentra la Plaza Mayor, de forma irregular y rodeada de edificios porticados. Destaca de manera especial el profundo soportal del lado norte, a doble crujía y sustentado por columnas de piedra al exterior y de madera en el interior. La abundancia de soportales evoca la intensa actividad comercial desarrollaba en las calles de la villa. En el centro de la plaza se yergue la estatua del Padre Flórez, historiador nacido en esta localidad en 1702 cuya obra más conocida es la España Sagrada. Enfrente del Ayuntamiento, sobre el edificio donde estuvo situada la desaparecida ermita e Santa Ana, podemos observar la Torre del Reloj.

Al lado de la Plaza Mayor se sitúa la Plaza de los Mártires de la Tradición en la cual se
conservan una serie de casas-palacio de estilo renacentista que constituyen el conjunto
arquitectónico más notable de la villa. El edificio mejor conservado es el Palacio de los Velasco,
construcción de planta rectangular realizada a mediados del siglo XVI. Frente a ella se localiza la
Casa de los Borja, con una fachada construida en piedra en la planta baja y ladrillo en la superior.


Al suroeste de la villa se sitúa la iglesia de San Lorenzo, construcción que presenta planta
de dos naves con bóvedas de crucería del siglo XVI. Conserva una portada protogótica de finales del siglo XII. Su aspecto exterior actual responde a la reconstrucción neogótica de la torre realizada a principios del siglo XX. Próximo a ella se encuentra el Hospital de San Juan, edificio de gran sobriedad constructiva destinado en su día a dar asistencia a los peregrinos. Hoy día funciona como Casa de Cultura.
En el extremo opuesto se ubica la iglesia de Santa María, que conserva una primitiva portada del siglo XIII, si bien su interior fue renovado en el siglo XVI. Situado en las proximidades de la Plaza Mayor, en la calle de las Monjas, está el convento de San Miguel de los Ángeles, fundado a mediados del siglo XV por Alonso Rodríguez de Santa Cruz
con licencia del obispo de Burgos, Luis de Acuña. El monasterio se construyó sobre el antiguo barrio judío, y la iglesia, sobre la sinagoga. En clausura se conservan algunos recuerdos de la visita que realizó a la casa Santa Teresa.
Uno de los ejes más interesantes de la villa es el que discurre desde la fuente del Artesiano,
donde se encontraba la puerta sur, siguiendo la calle Estudio hasta la Plaza Mayor y desde allí, por la calle de Vega, hasta el Arco de la Cárcel. Este eje era la antigua vía comercial por la que llegaba la sal de Poza. Existían talleres artesanos, tiendas, edificios religiosos, como la desaparecida iglesia de San Juan de Mediavilla, y otros de prestigio como la Cátedra de Latinidad, cuya portada con escudo aún se conserva.

Ya a las afueras del pueblo se encuentra el barrio del Arrabal y la Ermita del Cristo. Se trata
de una capilla de reducidas dimensiones construida en el siglo XV, que alberga en su interior un
retablo barroco del XVIII y un Cristo yacente.
Villadiego comparte en su edificación la arquitectura en piedra, propia de la montaña vecina y
de los páramos circundantes, con la arquitectura de barro que distingue a las campiñas arcillosas de la cuenca.

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