martes, 29 de abril de 2008

-Paseo de La Isla.


El Paseo de la Isla está situado en la zona occidental que une la ciudad con el barrio de San Pedro de la Fuente. Entre los puentes de Matatos y de Castilla. Está considerado un verdadero jardín botánico. Consta de hasta casi un centenar de especies arbóreas distintas, la mayoría de ellas de procedencia exóticas. Se completa con algunas piezas monumentales repartidas por el paseo.

Originariamente este paseo se desarrollaba desde la plaza de Castilla hasta el Puente de Malatos. En la actualidad, bajo esta denominación se engloba el paseo que va desde el Arco de Santa María hasta la zona conocida como Fuentecillas. El nombre se debe a que, originariamente, este lugar se hallaba entre el curso del Arlanzón y otra corriente fluvial que regaba las huertas del cercano Barrio de San Pedro. En principio se denominó Paseo de Lavadores, pues aquí se encontraban situados, en el siglo XVIII, los famosos lavaderos de lana del rico comerciante e industrial burgalés Antonio Tomé, cuya casa aún se conserva en parte. Fue en el siglo XIX cuando se regularizó el paseo realizándose importantes plantaciones de árboles. En sus inmediaciones, se levantaron algunos importantes edificios pertenecientes a la burguesía de la ciudad, entre los que destacan la casa de los Liniers o la de los Muguiro, construidas a finales del siglo XIX en estilo historicista.

En el siglo XX, estos jardines recibieron importantes mejoras, como la construcción del monumento a Cervantes (1905) y la instalación de diversos elementos arquitectónicos de un enorme interés histórico, como el arco románico de Cerezo de Río Tirón, los arcos renacentistas donados por los condes de Castilfalé o la fuente barroca del monasterio de San Pedro de Arlanza. Estos restos convierten a esta zona en un auténtico parque arqueológico. Junto a ellos aparecen nuevas fuentes y una enorme variedad de árboles y especies vegetales, como castaños, arces, plátanos, hayas, chopos, secuoyas, cedros, cipreses, acebos... perfectamente identificadas a través de cartelas, que permiten la realización de visitas didácticas.

sábado, 26 de abril de 2008

-La Edad Media en Burgos.


El mundo de grandeza y suntuosidad de la etapa romana comienza a dar síntomas de debilidad en el siglo IV. Primero en las ciudades, como fue el caso de Clunia, y, más tarde, en el mundo rural, donde la vida de las grandes mansiones se apaga en las primeras décadas del siglo V. En el 476, los romanos dan paso a los visigodos, que gobiernan todo el territorio hispano hasta el 711, aunque fueron incapaces de evitar la decadencia general. De su paso por nuestra tierra quedan algunos testimonios materiales de desigual valor: ruinas de fortificaciones –Tedeja, en Trespaderne--; cimientos de iglesias –Santa María de Mijangos--; y, por encima de todos, la cabecera de la iglesia de Santa María de Quintanilla de las Viñas, ejemplar excelso del arte en las postrimerías del reino visigodo.

El panorama no mejora con los musulmanes, que dominaron estas tierras durante menos de 30 años, del 714 al 742. A partir de este momento se atrincheraron al sur del Sistema Central, mientras los reyes astures, afincados en la franja costera y la cara norte del sistema cantábrico, renunciaban, de momento, a la conquista de las tierras llanas del Duero y de los valles sureños del Sistema Cantábrico, tierras que quedaron abandonadas a su suerte, que no fue otra sino la desolación general.
Con este panorama, cuando, a comienzos del siglo IX, se detectan en el norte burgalés los primeros movimientos encaminados a recuperar el poblamiento estable y el cultivo agrícola sostenido al sur de las montañas cantábricas, la sensación dominante era de que había que empezar prácticamente de cero. Y así se hizo. Apenas cumplido el año 800, bajo la tutela de los jefes guerreros del interior de las montañas, comienza a reorganizarse el territorio de los valles del norte de la actual provincia de Burgos, territorio que pronto va a tomar el nombre bien expresivo de Castilla, del latín Castella (=los castillos).

En el año 860, la frontera había descendido hasta la balconada de Amaya y las crestas de los Obarenes, desde donde se planifica la ocupación de los llanos que se rendían a sus pies. En pocas décadas, y avanzando valle a valle, los condes castellanos, siempre vinculados a los monarcas astures y generalmente en buena sintonía con ellos, alcanzan la línea del Duero en el 912, haciéndose fuertes en Clunia, Peñaranda de Duero, Roa y Aza. Por supuesto, en este avance, cada valle quedaba guarnecido por la correspondiente hilera de fortificaciones, que protegían la retaguardia agrícola y ganadera instalada en las aldeas que se iban conformando al hilo del avance conquistador.
Como contratiempo inesperado, la llegada de los cristianos al Duero despertó la inquietud en los gobernantes islámicos de Córdoba, que, con el califa Abderramán III y el eminente guerrero Almanzor al frente, hostigaron sin descanso, a lo largo de todo el siglo X, la línea del Duero. Sin embargo, en las primeras décadas del siglo XI, y tras la muerte de Almanzor, el ímpetu guerrero de los ejércitos cordobeses se diluye y los cristianos cruzarán enseguida el río para lanzarse a la conquista de los llanos meseteños del sur del Duero, proceso que culmina en el año 1085 con la conquista de Toledo y el traslado definitivo de la frontera cristiano-musulmana al sur del Tajo.


Alejado el peligro musulmán, el territorio burgalés inicia un despegue espectacular en todos los ámbitos de la actividad humana: económico, demográfico, social, cultural, político y religioso, que bien puede personificarse en las exitosas andanzas del Cid Campeador por tierras de Castilla, Zaragoza y Levante en la segunda mitad del siglo XI. Este siglo, al que se unirán en la misma secuencia el XII y el XIII, será el primer testigo de este desarrollo, que comienza con la expansión de los cultivos y de la ganadería, continúa con el aumento de la población, se asienta en el establecimiento de unas relaciones sociales entre señores y campesinos relativamente estimulantes de la producción, se refuerza con la importación de fórmulas de vida religiosa ciertamente renovadoras –el monacato benedictino--, culmina en la elevación de Castilla a la categoría de reino (1037) y se expresa en unos movimientos culturales y artísticos de grandes vuelos, como lo fueron el románico en los siglos XI y XII –monasterios de San Salvador de Oña, San Pedro de Arlanza, San Pedro de Cardeña, Santo Domingo de Silos--, el cisterciense (finales del XI y comienzos del XIII – monasterios de Las Huelgas de Burgos, Santa María de Bujedo de Juarros--) y el gótico (siglo XIII Catedral de Burgos, Santa María de Sasamón, Santa María de Grijalba--).

Al hilo de este crecimiento, el poblamiento se consolida, dejando ver en el paisaje algunos núcleos especialmente desarrollados, entre los que destaca desde el principio la ciudad de Burgos, seguida por otros núcleos, como Belorado, Miranda de Ebro, Frías, Medina de Pomar, Lerma, Aranda de Duero o Santa Gadea del Cid, que contarán con el apoyo de la Corona para afirmarse como cabeceras económicas del ámbito rural circundante. Por su parte, el Camino de Santiago contribuye a la dinamización económica y cultural del territorio burgalés, dando vida propia a poblaciones como la citada Belorado, Villafranca Montes de Oca o Castrojeriz.

Al mismo tiempo, la política de recuperación de la identidad territorial de la Castilla condal tras la batalla de Atapuerca (1054), la constitución de la sede episcopal burgalesa (1075) y la reordenación posterior de la diócesis son fenómenos que convergen en la articulación interna del territorio burgalés y en su reconocimiento como núcleo central y espina medular de ambas entidades, tanto del reino como de la diócesis.
El siglo XIV es un tiempo de crisis, de ruptura de todos los parámetros de crecimiento antes citados. El hambre, la guerra y la enfermedad se ceban con los europeos occidentales, y las tierras burgalesas no son una excepción. La vida se ralentiza y la cultura se encoge.
Fuente: turismoburgos.org

jueves, 24 de abril de 2008

-Parque de Fuentes Blancas.


Puede presumir Burgos de contar con una gran cantidad de jardines y paseos alrededor de un protagonista indiscutible y omnipresente en la geografía urbana: el río Arlanzón, eje diferenciador de la villa, cuyas riberas se han recuperado para solaz del paseante.
El mayor y más valioso espacio es el parque de Fuentes Blancas.

El Parque de Fuentes Blancas aparece ya nombrado en algunos documentos del año 1878, en los que se menciona con el nombre de “Fuentes Blancas” a unos “terrenos del común” situados más allá de la Cartuja. En la época bajomedieval, toda la zona del parque, junto con los alrededores de la Cartuja, constituyeron el coto real de caza de Enrique III.

A partir de 1934, el hecho de que esta zona de Fuentes Blancas comenzara a ser muy frecuentada, llevó al Ayuntamiento a plantear la repoblación de los márgenes del río Arlanzón y de las laderas próximas y a acondicionar dichos terrenos para el disfrute de los ciudadanos.

Tras la Guerra Civil, se reanudaron las tareas de repoblación, colocándose pinos en la zona alta y chopos y nogales en la baja. Ya en 1958 se decidió ubicar el camping en este lugar, con el fin de que los visitantes disfrutaran de su enorme riqueza natural. Posteriormente, se comenzaron a instalar juegos infantiles, parrillas, mesas y bancos, que se van renovando con el tiempo. Casi en el centro del parque se encuentra la capilla con la imagen de la Virgen de Nuestra Señora de los Álamos.

En 1980 se inauguró el primer circuito para la realización de ejercicios físicos al aire libre,
cuyos elementos se van modernizando con el paso del tiempo. Asimismo, hay que hacer referencia a la existencia de un carril bici y un circuito de bicicross, inaugurado en 1988. En 1985, en el enclave conocido como Fuente del Prior, se inauguró la playa artificial del río Arlanzón. La Senda de la Naturaleza de Fuentes Blancas permite descubrir la riqueza y diversidad de ecosistemas naturales que se dan cita en nuestra provincia y los problemas ambientales a los que se enfrentan, con el fin de suscitar en todos los visitantes el respeto y compromiso para la conservación y adecuada gestión de estos recursos. El atractivo de este lugar se incrementa por la proximidad al casco urbano, los fáciles accesos al mismo y la abundancia de espacios de uso múltiple.

martes, 22 de abril de 2008

-Paseo de La Quinta.


El Paseo de la Quinta está situado en el margen izquierdo del Arlanzón, en el camino de la Cartuja de Miraflores. Se encuentra entre el área natural de Las Veguillas, los Viveros Municipales y el Parque de Fuentes Blancas, una de las zonas arboladas más importantes y próxima a los extensos pinares de la Cartuja. Es una superficie boscosa, deliciosa para los paseantes, e inspiradora para los artistas.

El Paseo de la Quinta recibe el nombre de una antigua propiedad de los prelados burgaleses, conocida como la Quinta del Arzobispo. Fue en el siglo XIX cuando se convirtió en un paseo urbano, que unía el Convento de San José y Santa Ana de las Carmelitas, fundado por Santa Teresa en 1582, con el camino a la Cartuja de Miraflores. En esos años se regularizó su trazado y se plantaron numerosos árboles, que convirtieron este espacio en uno de los lugares predilectos de recreo para los burgaleses.

Grandes chopos y frondosos castaños de indias eran los árboles dominantes, y aún lo siguen siendo en buena parte del trayecto hasta la Fuente del Prior y Fuentes Blancas. Pero la vejez de la mayoría de los ejemplares y el mal estado de salud de algunos de ellos, empujó al ayuntamiento a acometer una intensa remodelación en el primer tramo del paseo, en los últimos años del siglo XX. El tramo del nuevo paseo se proyectó a caballo entre el parque urbano y la naturalidad de un espacio silvestre, intentando recrear los distintos ecosistemas vegetales existentes en la provincia de Burgos. De esta forma el terreno aparece ondulado, con montículos y grandes piedras que aportan variedad y espontaneidad al conjunto.

Aquí tienen su propio espacio especies arbóreas mediterráneas, como la encina o la sabina, rodeadas de su cohorte de plantas aromáticas, y especies características de los bosques mixtos caducifolios propios de la Iberia húmeda existentes en el norte de la provincia, como robles, hayas, tejos, brezos, etc. También los pinos, sauces y olmos están representados. Pequeñas sendas de tierra entre la variada masa forestal permiten realizar paseos íntimos, cargados de olores, colores y sensaciones. Todas las estaciones del año tienen su encanto en este paseo, debido a la diversidad de ritmos vitales que presenta la variadísima vegetación que lo compone.

domingo, 20 de abril de 2008

-Iglesia de Santa María La Real y Antigua de Gamonal.


Según cuentan antiguas crónicas, su origen se remonta a la misteriosa aparición de una imagen de Nuestra Señora en este lugar, pero se desconoce el momento en que ocurrió.

Las primeras noticias históricas arrancan del siglo XI, cuando el rey Alfonso VI decide el traslado en el año 1074, de la sede del obispado desde Oca. En ese período recibió mercedes tanto de reyes como de las máximas autoridades eclesiásticas de Burgos, aunque pronto la sede de la diócesis se trasladó a la ciudad de Burgos.

De aquellos primeros tiempos no queda más que un capitel románico hallado recientemente en el relleno de las bóvedas del templo actual.
En todo caso, su emplazamiento (en un cruce de caminos y paso obligado de los peregrinos a Compostela) hace que muy pronto surjan construcciones a su alrededor, como un hospital, donde se curaba a los caminantes enfermos que acudían a venerar a santa María la Real. Y para atender mejor a los romeros surge, a fines del siglo XIII, la cofradía de Nuestra Señora de Gamonal.

La iglesia, en su configuración actual, data de comienzos del siglo XIV. Se trata de un edificio de carácter macizo. A sus pies se levanta una poderosa torre flanqueada por estribos. Como antesala del templo aparece un amplio pórtico que custodia una interesante portada gótica. El interior consta de una nave, de cinco tramos, rematada con testero plano, y crucero. Está cubierta con bóvedas de crucería simple con ligadura longitudinal, siguiendo el modelo derivado de la catedral. Las claves, ménsulas y capiteles se adornan con bellísimos florones alusivos a la Virgen y cuya excelenteejecución recuerda a los maestros de la catedral. Sus constructores debieron de ser artífices formados en los talleres de la catedral durante el siglo XIV.

En el interior, destaca un Calvario, de finales del siglo XIII o comienzos del XIV, un bello grupo de la Anunciación, de finales del siglo XIII, y la talla dela Virgen con el Niño, titular de la iglesia, labrada en estas mismas fechas.
Frente al pórtico de la iglesia se alza un crucero, de finales del siglo XV, en el que encontramos iconografía jacobea.

jueves, 17 de abril de 2008

-Antiguas aldeas y monasterios cerca de Ibeas de Juarros.

Según consta por la documentación de la Edad Media, en las inmediaciones de Ibeas surgieron varias aldeas y monasterios que llegaron a tener su propio término y jurisdicción.
Así:
• Hacia Arlanzón y antes de llegar a Villalbura se cita el Monasterio de San Mamés (1039).

• Hacia Cuzcurrita son varios: En primer lugar el Monasterio de San Cristóbal de Ibeas (1107), y, a su lado, la aldea de San Andrés de Ibeas, y, desde 1151, la villa de San Millán de Juarros.

• Hacia Castrillo del Val y Villabáscones (San Medel), siguiendo el río, surgen los hoy despoblados Villasendino o Santa Coloma, Castrillo de la Vega, situado a la derecha del río Arlanzón a unos 200 metros del Puente de los Desterrados, y Hospital Yermo, muy cerca del anterior junto al Camino llamado del Seco que iba de Ibeas al Puente de los Desterrados. Un pueblo cuyo nombre responde efectivamente a la presencia allí de un hospital para peregrinos, y donde en el siglo XV se celebraban las reuniones entre los vecinos de Juarros y los concejos de Castrillo del Val y Quintanilla de Valdeorbaneja.

Mucho más que hoy, Ibeas fue en la Edad Media una gran encrucijada de caminos.
Por su término pasaban entonces tres Caminos Reales: el Camino Viejo real, el Camino Real francés y el Camino Real de la lana que por los Juarros unía la sierra burgalesa-soriana con Briviesca y, desde allí, con el Norte peninsular.

miércoles, 16 de abril de 2008

-Ibeas de Juarros.


Los primeros documentos escritos que dan cuenta de su existencia se remontan al siglo x; a la época en la que se estaba formando Castilla, la primitiva y vieja Castilla. El más antiguo conocido es del año 921. Ese año, por el Becerro Gótico de Cardeña, consta la donación que hace el conde Gonzalo, hijo del fundador de Burgos Diego Porcelos, al Monasterio de Cardeña de unos molinos que poseía entre Villalbura y Castrillo del Val, exactamente, se dice, "en aguas de Ebeia". Ese mismo año, por otro documento, el Monasterio de Cardeña compraba al matrimonio Velasco y Vila una tierra que poseían "en la villa que llaman Ebeia, junto a nuestros molinos", por el valor de 10 sueldos de plata.

El siguiente documento es del año 970. El abad de un pequeño monasterio fundado en San Adrián de Juarros compra ciertos derechos sobre un molino que se conoce como Fuente Navarra, situado en el río de Ibeas, en términos de Cuzcurrita". A partir del año mil, ya en el siglo XI, se van haciendo más frecuentes las menciones de Ibeas, casi siempre tratándose de operaciones de compraventa o donaciones de tierras y de derechos sobre molinos construidos junto al cauce del río Arlanzón.

El lugar se denomina EBEIA. Ebeia, según los especialistas, es una voz de origen vasco, euskérico, derivada del vocablo IBAI-A que significa lugar junto al río o simplemente Vega. Eso sería etimológicamente Ibeas, un lugar junto al río. Más tarde - aparece por vez primera en 1032- se le añadiría el nombre común de Juarros, también derivado del vasco Zubarro o Zugarro que significa olmo.
Los orígenes de Ibeas hay que ponerlos, sin duda, en relación con el proceso de conquista y repoblación protagonizados por los cristianos del Norte, que, arrancando de Covadonga allá por el año 720, se expanden en lucha contra los árabes hasta llegar a estas tierras. Eso debió ocurrir entre los años 800 y 900. Es entonces cuando toda esta comarca del Alto Arlanzón se va llenando de asentamientos humanos estables y duraderos.
Es probable que antes hubiera habido grupos humanos más o menos inestables. No lejos de aquí, por Brieva, parece que pasaba una calzada romana que unía Lara con Briviesca, y más tarde, con los visigodos, algunos restos en la ermita de la Virgen del Cerro, junto a Cueva de Juarros, tal vez permitan pensar en un cierto grado de poblamiento anterior.

El asentamiento de Ibeas, con sus casas, corrales y huertos en torno a una pequeña iglesia, debió surgir en los primeros momentos, todavía en el siglo IX. Bien protegido frente a posibles ataques árabes por las fortalezas de Arlanzón, de Burgos y de Santa Cruz de Juarros, contaba con todo lo necesario para vivir con dignidad: buenas y abundantes aguas, al abrigo de los vientos y con productos variados que iban desde los cereales panificables como el trigo, la cebada o el centeno, al lino, para fabricar vestidos, o los productos de huerta y la ganadería, la caza o la pesca.

Ibeas vivió su primer milenio en el ambiente y en la norma castellana; supo además Ibeas mantenerse en el realengo y librarse de los señoríos particulares, incluso los eclesiales. Administrativamente Ibeas fue incluida en el alfoz de Santa Cruz de Juarros; en 1591 aparece en el partido de Juarros y la Mata, y por lo tanto en la merindad de Castrojeriz, donde Ibeas figura con el nombre de Aueas en el Libro famoso de las Behetrías en 1350. En él se dice que Ibeas estaba casi despoblada, pues sólo estaban habitados tres solares. Sólo contribuían al rey con monedas y servicios. En 1843 contaba Ibeas con 136 habitantes; escuela; tres molinos y dos fábricas de papel (de estraza y común). Ya en 1950 habitaban en Ibeas 445 personas.

domingo, 13 de abril de 2008

-Briviesca

En el corazón de la comarca de La Bureba se encuentra Briviesca. Localizada a orillas del río Oca, ocupa el centro del corredor natural que desde el Alto de la Brújula se prolonga hasta el esfiladero de Pancorbo. Su situación privilegiada ayuda a explicar la antigüedad del poblamiento.
El nombre de Briviesca parece ser de origen protoindoeuropeo y significa “cabeza ó capital de región”. Su existencia como núcleo importante está ya documentada a comienzos de la era cristiana. Está fuera de toda duda que existió una “mansio” fortificada y organizada al estilo campamental en el llano y que doña Blanca de Portugal, al tornar en el siglo XIV la villa a su antiguo emplazamiento, no hizo sino seguir en el llano la pauta de la traza romana; no pertenece por tanto a un trazado posterior la geométrica distribución actual de calles y plazas. Antes bien, la Briviesca actual es urbanísticamente el eco del campamento romano que rodeó la “mansio”, aún conservando el reducto inexpugnable y elevado en el monte llamado de San Juan al que daba acceso el destruido Puente Palomar.



Nacida como capital del pueblo prerromano de los autrigones, la Virovesca romana, en la que confluían dos importantes calzadas, sigue siendo hoy en día un núcleo en expansión que refuerza su proyección comarcal. Su actual emplazamiento data de finales del siglo XIII o comienzos del XIV. Durante la época romana y visigoda se encontraba en colinas cercanas, buscando una mejor defensa.


Cuando la población se trasladó desde los cerros contiguos, se dispuso a lo largo de cuatro grandes ejes longitudinales y de otros cuatro perpendiculares a éstos, dejando en el centro una amplia plaza. Este trazado llama la atención, ya que lo habitual en las ciudades de la Castilla medieval fueron las estructuras urbanas irregulares. Por la originalidad de su trama urbana, Briviesca fue, durante siglos, conocida como “la bien trazada”. Su singular y armónico trazado sigue siendo hoy elogiado por su claridad y racionalidad en manuales de arquitectura y geografía urbana.




Las fuentes documentales visigodas otorgan a Virovesca el título de ciudad (la “Veroviscentium civitatis” que aparece en la leyenda de la actual bandera de la ciudad). Con la invasión musulmana se produjo el desmoronamiento final del reino visigodo y con ello las últimas referencias a Virovesca, como núcleo urbano, datando del 714 su capitulación ante Muza, quien lo convierte en un bastión más del “limes interior” que los bereberes instauraron para controlar los pasos difíciles que comunican La Rioja con la Bureba.





En el siglo X, Briviesca era cabecera de alfoz. Por ella discurrió un ramal del Camino de Santiago. En la composición medieval de la villa de Briviesca destaca la comunidad hebrea por su importancia económica y posiblemente demográfica, al constituirse en una de las más importantes aljamas burgalesas. La presencia de judíos en Briviesca puede relacionarse con momentos altomedievales centrados a partir del s.XI, cuando el movimiento migratorio fue más intenso en relación con el Camino de Santiago y las rutas comerciales.




La primera fecha que se conoce con seguridad en la historia briviescana es la del 26 de diciembre de 1123, día en el que Alfonso VII otorgó a la villa su primer fuero. Dicho documento ofrecía una serie de privilegios y exenciones que aseguraban su autonomía y buscaban incentivar el asentamiento en la misma.
Pocos son los datos que tenemos del siglo XIII. El siglo XIV se inaugura con la venta de la villa a doña Isabel de Portugal, nieta de Alfonso X el Sabio. Tal vez se deba a ella el traslado de Briviesca a su emplazamiento actual. Ella es quien concedió a la villa y a su término el famoso Fuero de 1313, el más extenso de los fueros de Castilla tras el Fuero Real. Doña Blanca indica en su testamento su deseo de que“Briviesca no sea nunca de otro señor sino del Rey”. Pese a ello, Enrique II, el de las mercedes, la entregó, en 1366, a la poderosa familia de los Velasco, que fueron sus señores hasta que en el siglo XIX quedaron abolidos los señoríos.




Pedro Fernández de Velasco, nacido en 1415 y muerto en 1492, fue el miembro más destacado de esta familia. De su matrimonio con Mencía de Mendoza nació Mencía de Velasco y Mendoza, que fundó el Monasterio de Santa Clara de Briviesca con expreso deseo de ser enterrada en él.


La celebración en Briviesca, en otoño de 1387, de las Cortes Generales de Castilla y León, convocadas por el rey Juan I, constituye un momento culminante en la historia de la villa. Juan I quiso emprender un camino de reformas que fortaleciera y desarrollara su reinado, como harían
posteriormente los Reyes Católicos.


A lo largo de la Edad Moderna, la localidad fue lugar de asentamiento de importantes familias nobles. De entre ellas destaca la de los Soto y Guzmán, algunos de cuyos miembros alcanzaron notables cargos en Madrid y en las Indias, desarrollando una gran actividad de mecenazgo artístico en la población.


La visita a Briviesca puede empezar en la Plaza Mayor. A ella se asoma el Palacio de Soto
Guzmán, del siglo XVII, hoy Ayuntamiento, y la Iglesia de San Martín, que tiene un magnífico retablo barroco. Al inicio de la calle Medina, uno de los grandes ejes de la Briviesca histórica, se encuentra la Casa de Martínez España, recientemente convertida en sede de una entidad bancaria. Preside la fachada un balcón sostenido por angelotes en los ángulos y una figura mitológica al gusto rococó, que se apoya, a su vez, en otras figuras más pequeñas. La decoración se completa con escudos de los Martínez España y de los Ordoño Rosales.


Avanzando un poco, se puede contemplar, al otro lado de la misma calle, el Palacio de los Torre, contemporáneo del edificio consistorial, presidido por un magnífico escudo y rematado con una torre rectangular, en la que se abren dos pequeños vanos. Se cubre con un gran alero, sostenido por trabajados modillones.


En la calle Marqués de Torresoto se emplaza la Casa de Cultura y, muy próxima a ella, el Conjunto Monumental de Santa Clara, la principal aportación de Briviesca al arte del Renacimiento.
Muy cerca se encuentra la iglesia-colegiata de Santa María, el más espacioso de los templos briviescanos. A la salida de esta iglesia, en la esquina de las calles Santa María Encimera y Juan Cantón Salazar, se encuentra la Casa de los Salamanca, edificio del siglo XVI, reconstruido en su mayor parte a comienzos del siglo XX en estilo modernista. En el cubo de piedra que refuerza suesquina puede verse el escudo de esta familia.
Junto a la Briviesca artística y señorial hay una Briviesca que ha recuperado y ampliado, en los últimos años, su espacio verde. Destaca el renovado Paseo de la Taconera, o el joven y extenso Parque de la Florida, inaugurado por el Príncipe de Asturias en 1988.



El Paseo del Oca es una senda urbanizada que acompaña al río, a lo largo de un kilómetro, hasta el Puente y Paseo del Epitafio. Si se quiere disfrutar de una visión panorámica de la ciudad, se puede subir al mirador del Monte de los Pinos. También es agradable acercarse a La Vega para conocer el Parque de la Magdalena. En el entorno de la ciudad hay también múltiples paseos para elegir.


jueves, 10 de abril de 2008

-La edad antigua en Burgos.


La conquista del territorio burgalés por parte de Roma se llevó a cabo de manera lenta,
durante los casi dos siglos que van del 195 al 19 a. C. Poco a poco, los pueblos prerromanos
hispanos fueron asimilados al modelo romano de organización política y territorial, y sus ciudades, convertidas en cabeceras de los distritos territoriales que componían el mosaico provincial del Imperio. De todas las que conocemos de la época del Hierro, Roa debió ser la que quedó peor parada en el proceso de conquista, mientras que Clunia, capital de un gran distrito jurísdiccional o Convento Jurídico, y Sasamón, sede del campamento militar que sirvió de base para las guerras contra los cántabros, alcanzarán con los romanos su cénit histórico.


Bajo la dominación romana, la provincia de Burgos asimiló en todos sus términos las pautas
políticas, económicas y culturales de los conquistadores: la organización municipal y la ampliación de la red urbana, el derecho, la moneda, el desarrollo agrícola y artesanal, la lengua latina, los sistemas constructivos, las obras públicas --con los foros, teatros y termas, sistemas de abastecimiento de agua y vías interurbanas en primer plano--, los cánones artísticos, la religión; en fin, todo lo que genéricamente podemos englobar dentro de la expresión cultura clásica, de cuya savia se nutrieron los habitantes del territorio burgalés una vez fueron plenamente romanizados.

Testimonios de aquel esplendor se conservan todavía, a la vista o soterradas, en los que fueran solares de las más importantes ciudades romanas –Clunia, en primer lugar, Sasamón, Villavieja de Muñó, Lara de los Infantes, Tardajos, Poza de la Sal, Roa, Briviesca, Monasterio de Rodilla o Cerezo de Riotirón; en los restos de la vías que surcaban el escenario burgalés –la Vía Aquitana, sobre todo--; y en las espectaculares villas o mansiones rurales que levantan los grandes terratenientes hispanorromanos en las cabeceras de sus latifundios, entre las que destacan las de Baños de Valdearados, Milagros, Valdeande, Cardeñajimeno, Belbimbre, Lerma, Covarrubias, Santibáñez del Val, San Martín de Losa o Salinas de Rosío, en cuyos suelos puede apreciarse un rico muestrario de mosaicos polícromos de gran vistosidad.


Fuente: Turismoburgos.org

miércoles, 9 de abril de 2008

-El siglo X en Burgos.


Munio Nuñez sería el tercer conde de Castilla entre 899 y 912. En 899, un diploma de Cardeña nos nombra dos condes en territorio castellano; el conde Munio Nuñez en Castilla y el conde Gonzalo Fernandez en Burgos. A la muerte de Munio en 912, será Gonzalo Fernández el que aparecerá como conde de Castilla y a la vez de Burgos, y posteriormente aparecerá un tal Fernando en 917 en Castilla. En 922 ostentará el título de conde de Burgos y de Castilla Nuño Fernández, posiblemente hasta 927. En 929 encontramos como conde de Castilla a Fernando Ansurez y a Gutier Nuñez como conde de Burgos en 931.

En 912 el rey García ordenará fortalecer la línea del Duero. Munio Nuñez, conde de Castilla, repoblará Roa, Gonzalo Fernández, conde de Burgos repoblará Aza, Clunia y San Esteban de Gormaz, mientras que Gonzalo Tellez, conde de Lantarón, lo hará en Osma. La línea del Duero será durante los siguientes cien años la línea de resistencia frente al poderoso califato independiente de Córdoba.

El 20 de diciembre de 910 se produce la muerte del rey Alfonso III, lo que lleva a repartir el reino entre sus tres hijos. Ordoño reinará en Galicia y Portugal, Fruela en Asturias y García en León, Castilla, Burgos y Álava, trasladando la capital a León. García apenas reinaría durante tres años, ya que murió en Zamora el año 914, parece ser que por enfermedad. Asumirá el trono castellano su hermano Ordoño, que reinaba ya en Galicia y Portugal, mientras en Códoba, Abd al-Rahman III sucedía en 912 a su abuelo, el emir Abd Allah. El nuevo emir dedicará sus primeros años a sofocar las rebeliones interiores. Pero en el 920 está dispuesto a demostrar su poderío a los reyes cristianos. Partiendo de Córdoba hacia el norte, llega a la línea del Duero.
El 10 de julio de 920, el Abd al-Rahman III parte de San Esteban, cerca de Osma, hacia la ciudad de Clunia. Con las noticias de su llegada viviendas y cultivos son abandonados por sus habitantes, todo lo cual es saqueado y destruido por las tropas emirales, dando muerte a todos los habitantes hallados a su paso. Al llegar a Clunia, la hallarán del mismo modo abandonada por sus habitantes, que habían huido hacia los montes. El ejército árabe pasó en la ciudad tres días, asolando viviendas, iglesias todo su contorno. El sábado 15 de julio partirían hacia la región de Tudela, en busca del rey de Pamplona Sancho Garcés, tomando y saqueando la ciudad de Pamplona. Después de tres meses de campaña, el emir regresaría victorioso a Córdoba.

En la primavera de 923, los reyes Sancho Garcés y Ordoño conquistan la ciudad de Nájera y gran parte de La Rioja, desalojando y extinguiendo a los Banu Qasi, que durante 200 años habían dominado esos territorios. De ese modo desaparecía la frontera oriental que Castilla tenía con territorio musulmán, obteniendo en ese momento una frontera más segura.

Ordoño II murió en Zamora en Abril-Junio de 924, siendo su sucesor su hermano Fruela II, que reinaría solo un año. Tras su muerte en 925 se proclamará rey Alfonso IV, que lo sería hasta el año 931. Sin embargo, la muerte de su esposa Oneca en este año 931, le hace tomar la decisión de retirarse a la vida espiritual al monasterio de Sahagún y renunciar al trono en favor de su hermano Ramiro, decisión de la que más tarde querría revocar, ya sin éxito de volver al trono.

El 1 de mayo de 932 aparece oficialmente por primera vez el nombre del conde Fernán Gonzalez, en un documento del monasterio de San Pedro de Cardeña, como conde de Castilla, Lara, Burgos, Cerezo y Lantarón. En dicho documento actúa judicialmente en un litigio entre el Abad Esteban y los vecinos de los pueblos de Gamonal, Castañares, Villayuda y una aldea ya desaparecida llamada Quintanilla, sobre el aprovechamiento de las aguas del cauce molinar que llegaba a Burgos desde Castañares.

El conde Fernán Gonzalez estaba casado con doña Sancha. Esta estuvo casada con el rey Ordoño II hasta su muerte, en segunddas nupcias lo hizo con el conde de Álava Álvaro Herramélliz, y a la muerte de éste en 931 contraerá terceras nupcias con nuestro conde Castilla Fernán Gonzalez.
Fernán Gonzalez, como hombre de confianza del rey Ramiro II, aglutinará bajo su poder los territorios castellanos y alaveses, para poder hacer frente con mayor eficacia los frecuentes ataques de Abd al Rahman III sin tener que recurrir al auxilio de la lejana capital leonesa.

lunes, 7 de abril de 2008

-La gran campaña de Abd al Rahman III en 934.


El 22 de mayo de 934 se inicia la gran campaña del califa de Córdoba, Abd al Rahman III contra los territorios castellanos y alaveses, que llevará la desolación a las tierras atravesadas por su ejército, ya de por sí esquilmadas.

Tras su paso por Zaragoza, a la que sometió a sitio, y por las del reino de Pamplona, respetadas bajo pacto de amistad, las tropas califales entraban a sangre y fuego en las tierras de Fernán Gonzalez por Cerezo de Río Tirón. Después se dirigió a Oña destruyendo su llano y su monasterio, luego pasando por Alcocero se dirigió hacia Burgos, talando y quemando sus campos y destruyendo las viviendas y granjas situadas a las afueras de sus muros. La gente se refugiaba en el interior de las fortalezas, ya que los musulmanes se limitaban a arrasar sin entrar ni poner sitio a las ciudades.

Siguiendo el curso del Arlanzón llegaron a Palenzuela, donde giraron de nuevo al este hacia la cuenca del Arlanza, pasando por Escuderos hasta llegar a “la bien fortificada y próspera ciudad de Lerma”. En ella entraron y destruyeron todas sus iglesias y palacios encontrando la ciudad vacía de sus habitantes. Dirigieron sus rapiñas hacia la ciudad de Clunia, donde se detuvo cinco días. Todo este recorrido lo hizo sin encontrar a su paso resistencia alguna en campo abierto por parte del conde Fernán Gonzalez, que se limitó a proteger a la población y acosar desde lugares elevados y bien protegido la marcha del ejército del califa.

Sería ya cerca de Huerta y sobre todo en Osma cuando sus tropas ya reunidas con las del rey Ramiro II harían frente en campo abierto a las tropas invasoras, aunque en Huerta apenas sería una escaramuza. Las atrocidades y saqueos de su marcha por tierras castellanas serían resarcidas en la batalla que tuvo lugar cerca de Osma, donde las tropas cristianas “obtuvieron victoria y cuantiosos prisioneros”, lo que obligó a Abd al Rahman III a emprender el camino de regreso hacia Córdoba, finalizando así una de las campañas que mayor destrucción llevó a nuestras tierras burgalesas.

sábado, 5 de abril de 2008

-Cuevas de Valpuesta.



En el valle de Valdegobía, se han encontrado restos prehistóricos y yacimientos que demuestran la existencia de población en esta zona desde la Edad del Hierro. Fue un fuerte enclave romano y visigótico. Existen en el valle cuevas artificiales o eremíticas y enterramientos de los siglos VI y VII de comunidades de ermitaños.

El 21 de Diciembre del año 804, está fechada la carta de un desconocido obispo repoblador, de nombre Juan, que nos aporta una serie de datos, que relatan su llegada a Valpuesta y la invención de una iglesia abandonada y sin culto, dedicada a Santa María, que restaura con ayuda de sus gasalianes.

La arqueología parece sumarse a este interesantísimo panorama con unas manifestaciones humildes y modestas pero muy sugerentes: tres cuevas artificiales, estructuralmente muy distintas entre sí, pero que pueden encajarse sin dificultad dentro de los grupos que venimos estudiando de los eremitorios rupestres altomedievales del alto valle del Ebro.
Todas ellas están muy próximas al pueblecillo actual y se pueden recorrer y visitar en poco tiempo.

A la salida del pueblo y junto a la carretera que se dirige a la localidad de Mioma se encuentra una primera cueva artificial, sencilla y muy grande y espaciosa, de planta rectangular con acceso deteriorado por desplome, ubicado en uno de los lados cortos del rectángulo.
La cueva, que abriría al Noroeste, es extraordinariamente húmeda debido a las filtraciones que se observan en varios puntos, sobre todo en lo que respecta al propio pavimento que presenta fuertes desniveles tal vez como resultado de la descomposición y arrastre de los materiales, que incluso puede hacer pensar que nunca se terminó de excavar. Las paredes y la techumbre son rectilíneas, presentando esporádicamente muescas y mechinales. Pero el elemento más interesante se encuentra en el fondo de la cueva que profundiza en dirección Sudeste, marcándose ligeramente dos tramos individualizados y separados por amplia pilastra central. Incluso el de la izquierda parece haber tenido gradas.
La cueva es muy amplia pero sin elementos especialmente significativos, extrañando las bruscas irregularidades de su suelo.

La segunda cueva es la más pequeña del grupo y también la mejor conservada. Está muy próxima al pueblo, tomando un viejo camino que asciende en dirección NO. Su puertecilla, rectilínea, angosta y con huellas para encajar o deslizar tablas, abre al Sur bajo una visera natural de la roca. El interior es reducido, con planta que inicia una herradura perfecta que luego se irregulariza, y techumbre curvada en pseudo-bóveda. Actualmente conserva en su interior una losa suelta que, probablemente, corresponde a una tapa de sepultura que se ubicaría en las proximidades, oculta hoy entre la maleza .La cuevecilla responde al tipo de celda que tantas veces vamos constatando.

A unos 300 metros del pueblo en dirección SE, se conservan restos de otra interesante cueva artificial. Destaca en ella su cuidada ejecución, con abundante trabajo de azuela e incluso alisado y pulimentado final. La cueva nos ha llegado parcialmente, pero puede deducirse su planta rectangular irregular, con puerta hacia el Sur, y techo y paredes rectilíneas. Es probable que el muro Norte haya sido retocado con posterioridad, rehundiéndolo toscamente para lograr un posible banco, pero lo que es indudablemente original es un nicho vertical y poco profundo, de más de un metro de altura y que se estrecha progresivamente hacia arriba. Esta especie de hornacina. Que arranca a unos 40 cm. del suelo, lleva entalladuras a los lados y está labrado con esmero. ¿Pudo encajarse aquí un altar?.
La planta de la cueva, el cuidado de la ejecución y la orientación litúrgica correcta no desecharían tal hipótesis.

Las cuevas de Valpuesta, aún dentro de su humildad, vienen a engrosar el ya denso panorama rupestre de la cuenca del Omecillo, y, lo que sería más importante, pudieran responder a ese ambiente monástico que tan manifiestamente nos descubren las noticias documentales.

Fuente: Luis Alberto Monreal Jimeno

miércoles, 2 de abril de 2008

-Eremitorio de Las Cercas, Revenga.



El yacimiento se localiza en el interfluvio formado por el río Torralba y el arroyo de la Sierra, ambos afluentes directos del río Zumel, a los pies de un destacado afloramiento rocoso que presenta una marcada orientación SE-NO y un ligero buzamiento SO. Este enclave se encuentra a escasos metros de la margen derecha de un pequeño arroyo que vierte aguas al río Zumel.

Se caracteriza como un gran complejo eremítico, al que se asocia una pequeña necrópolis. Aprovecha para su emplazamiento un amplio ángulo recto formado por las paredes de un gran afloramiento rocoso. Aproximadamente a la altura de la zona central de la pared rocosa se observan numerosas improntas de mechinales que hacen pensar en una gran cubierta cuyos puntos de descarga también han quedado reflejados en la roca ( hoyos de poste).Alternan los covachos excavados y los naturales, éstos a veces simples hendiduras observándose en algunos casos la ampliación mediante piqueteado de pequeñas oquedades naturales, hasta convertirlas en habitáculos más amplios, en los que han quedado perfectamente visibles las huellas del cincel. La caracterización de las diferentes estructuras que integran este complejo arqueológico, resulta problemática debido a las limitadas condiciones de visibilidad ( vegetación muy espesa).

Respecto a los gravados, en la zona más alta de la pared N existen numerosas cruces grabadas; además, en un gran bloque de arenisca derrumbado de la pared y situado al pie del afloramiento, se ha registrado una gran cruz patada insculpida. Por otra parte, en la pared N de este afloramiento se encuentra una covacha sepulcral en cuyo techo aparecen excavados, ligeramente rehundidos, una serie de motivos circulares de diferentes tamaños que representan motivos astrales- posiblemente constelaciones-.
Por otra parte, y por lo que se deduce de las improntas visibles en la roca, en este lugar hubo una gran estructura que hace pensar en un lugar de culto mucho mayor que un eremitorio, por lo que A. Del Castillo propuso denominarlo “Monasterio” Rupestre.
En cuanto a la necrópolis asociada a este lugar de culto, se han documentado hasta 9 sepulturas antropomorfas con orientación E-O y varias infantiles. Destaca la existencia de un nicho perteneciente a un individuo infantil, localizado dentro de una covacha sepulcral que aprovecha una primitiva fisura en la roca de la pared O.

martes, 1 de abril de 2008

-Torreón de Doña Urraca de Covarrubias.


La torre, adosada al recinto amurallado del interior de la villa, es conocida como Torreón de
Fernán González o de Doña Urraca porque, según la leyenda, esta infanta fue asesinada en él.
Hasta finales del siglo XVI, Covarrubias estuvo defendida por murallas que cercaban por completo la población, y en su interior quedaron emplazados el Torreón y el palacio abacial.
Los detalles sobre el proceso constructivo del torreón son desconocidos. Parece tratarse de una torre vigía situada en la misma ribera del Arlanza, cuya finalidad sería la de defender la villa junto a la desaparecida torre medieval que se levantaba en el puente de entrada al pueblo. Para la mayoría de investigadores, esta torre pudo ser construida en el tránsito del siglo IX al X.
Prueba de ello sería su puerta de acceso, típicamente mozárabe. No obstante, parece que su forma actual se debe a la reedificación que habría llevado a cabo Fernán González, conde de Castilla, en pleno siglo X, después de alguna de las devastaciones ocasionadas en la villa por los ejércitos musulmanes de Córdoba. Posteriormente, durante los siglos XIV, XV y XVI, experimentó diversas restauraciones, y en el siglo XVIII sufrió desperfectos por el incendio del palacio abacial que se alzaba en sus proximidades. Lo cierto es que su singular valor la hizo merecedora de ser declarada monumento histórico-artístico en 1931.

El edificio es por sí mismo una obra única en este tipo de fortalezas. Se trata de una torre de forma piramidal truncada, con una amplia base rectangular que se va estrechando a medida que se asciende. Asimismo, esta irregularidad queda acentuada por la diversidad del aparejo empleado: grandes piedras sin labrar, en la parte inferior, seguidas de una zona de sillarejo con sillares rectangulares en las esquinas y el resto del paramento con sillería. Para acceder a la torre existía una escalera móvil que comunicaba con una puerta de arco de herradura, situada hacia la mitad de la altura, en la cara sur. De esta manera, en caso de peligro, se retiraba y la fortaleza quedaba como un lugar inexpugnable, perfectamente defendido.
Tras diferentes reformas, hoy es posible entrar a la torre por una escalera perpendicular a la misma.
El Torreón está dividido en cuatro plantas. La inferior o entresuelo constituye una sala
rectangular bastante elevada a la que se accedía desde arriba por una trampilla de madera. Por esta razón, probablemente, fue utilizada como almacén, escondite o prisión. La puerta de entrada a la torre conduce a la primera planta, en la que aparece un pequeño zaguán cubierto con falsa bóveda desde el que se accede a la sala más noble, cubierta con bóveda de cañón. En ella, llama poderosamente la atención un pequeño recinto materialmente incrustado en la pared que cuenta con una ventana y un canal de desagüe al exterior.
Según la tradición, fue en este lugar donde estuvo encerrada doña Urraca, hija de Fernán González. Al parecer, fue por culpa de algún amor oculto y contrario a los planes del matrimonio de conveniencia que su padre tenía pensado para ella , lo que provocó que la infanta fuera emparedada. El segundo piso presenta, en una de sus paredes, un pequeño nicho de arco de herradura que da salida a una saetera, el único vano original de este piso.
La tercera planta es la más luminosa, y en ella destacan los matacanes y saeteras colocados en el siglo XIV. La torre debía terminar en un adarve almenado, hoy sustituido por un tejado. También los vanos originales han sido sustituidos por ventanas rectangulares.