jueves, 29 de mayo de 2008

-Alfonso VIII.


Alfonso VIII fue uno de los reyes que más huella dejó en nuestra ciudad. Bien merece un reconocimiento el legado de un monarca que fundo en Burgos monumentos tan importantes como el Hospital del Rey o el Monasterio de las Huelgas.

Alfonso nace en Soria el 11 de Noviembre de 1155 siendo hijo primogénito y por los avatares del destino también único del rey de Castilla y Toledo Sancho III el Deseado y de Blanca de Navarra (biznieta del Cid Campeador) que muere durante el parto. A la muerte de Sancho III en Toledo el 31 de Agosto de 1158, Alfonso se convierte en nuevo rey con sólo tres años de edad.
Durante su minoría de edad, el reino de Castilla se ve acuciado por problemas nobiliarios - el enfrentamiento entre dos facciones enfrentadas, los Castro y los Lara- y por el ataque de los reinos rivales de Navarra y León.

A los catorce años de edad, en 1169 en el Monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes, es nombrado caballero. Y un año después, en 1170, es declarado mayor de edad por las Cortes reunidas en Burgos, desde este momento pasa a reinar sobre Castilla y Toledo. Su primera decisión como rey será la de establecer una alianza con Alfonso II el casto, rey de Aragón, que se hace efectiva en agosto de 1170 en Zaragoza. Este mismo año casa con Leonor Plantagenet, hija del rey de Inglaterra Enrique II y hermana de Ricardo Corazón de León. La boda se celebrará en presencia de su nuevo aliado Alfonso II en Tarazona. El rey Alfonso tenía 15 años y la reina Leonor 9. Con ella tuvo 14 hijos.

En el año 1173 ataca al rey de Navarra para recuperar los territorios ocupados por éste durante el período de regencia. Junto con su aliado de Aragón vence a los navarros persiguiéndoles hasta Pamplona.Alfonso VIII comienza su expansión hacia el sur en 1177 y este mismo año pone asedio a Cuenca; la ciudad resiste hasta el 21 de septiembre fecha de su rendición.Los reinos de Aragón y Castilla firman en 1179 el Tratado de Cazorla por el cual se estipula el reparto de los territorios por conquistar a los musulmanes y las fronteras de los reinos. Al reino de Aragón corresponderá la conquista de Valencia y Castellón fijando su límite en Alicante y a Castilla el resto.

En 1183 se restablecen las buenas relaciones con su tío el rey de León con la firma del Tratado de Fresno-Lavandera por el que el de León se compromete a romper la paz con los almohades y atacarles. En el año 1188 Alfonso VIII arma caballero a Alfonso IX, su primo y sucesor de Fernando II en el trono de León y Galicia. Aunque las disputas de frontera hacen que se quiebre este período de estabilidad por lo que se ven obligados a firmar el 20 de Abril de 1194 el Tratado de Tordehumos en el que se acuerda una tregua de 10 años. Funda Plasencia en el año 1186. En el año 1190 se firmará una alianza entre los reinos cristianos para hacer frente al creciente poder de los almohades. Los firmantes son Alfonso VIII de Castilla, Alfonso IX de León, Alfonso II de Aragón, Sancho VI de Navarra y Sancho I de Portugal.

El 19 de Julio de 1995 se produce la derrota de Alarcos a manos de las tropas almohades.
Alfonso VIII se alía con Aragón y Portugal y desde Ávila comienza una campaña contra León que termina en 1197 con la ocupación de Salamanca y Zamora por los castellanos y de Tuy y Pontevedra por los portugueses. Al retirarse los almohades, Alfonso VIII impone a su primo de León la paz. En el año 1200 invade el Reino de Navarra incorporando Las Vascongadas al Reino de Castilla. Se firman una serie de treguas que posibilitan un período de relativa calma en el que se fomentó la cultura fundando la primera universidad española en Palencia en el año 1209.

En Diciembre de 1210 se consigue que el papa Inocencio III conceda la categoría de Cruzada a la lucha contra los almohades concediendo todo tipo de indulgencias. Hecho crucial ya que se incorporaron a dicha lid muchos combatientes desde toda Europa y sobre todo porque desde marzo de 1211, el Papa amenaza por medio de una bula con la excomunión a quien se atreva a atacar a otro reino cristiano inmerso en esta Cruzada; así se acaban los conflictos fronterizos que dividían a los reinos cristianos de la Península. Este mismo año, en 1211, muere su hijo y futuro heredero Fernando.

El día 16 de Julio de 1212 el ejército cruzado se encuentra con el almohade, compuesto del doble de efectivos, en las Navas de Tolosa produciéndose una gran victoria para los cristianos. Las consecuencias de esta batalla son desastrosas para el imperio almohade que comienza a derrumbarse y deja libre el camino del sur de la Península a los reinos cristianos.

El 6 de Octubre de 1214 muere a los 57 años de edad por una enfermedad en la aldea de Gutierre Muñoz, en Ávila cuando se dirigía a Plasencia para entrevistarse con el Rey de Portugal, habiendo sido Rey de Castilla durante 54 años.
Consiguiendo que las fronteras y la autoridad de Castilla, tan dañadas en el tierno comienzo de su reinado se afiancen y dejando tras de sí un reino respetado por sus vecinos y temido por sus enemigos. Se le conocerá con los sobrenombres de El Noble, El de las Navas. Es enterrado en el Monasterio de las Huelgas de Burgos.

Fuente:cuadernosmedievales.com

martes, 27 de mayo de 2008

-Yacimientos de la Edad del Hierro en Burgos.


-La primera Edad del Hierro comprende desde 750-700 AC hasta 350-300 AC
-La Segunda Edad del Hierro comprende desde el 350 hasta la Romanización.

-Principales yacimientos de la Edad del Hierro
Cornejo, Brizuela, Santa Cruz de Andino, Cidad de Ebro, Manzanedo, Quintanalacuesta, Momediano, Calzada de Losa, Valtierra de Albacastro, San Pantaleón de Losa, rebolledo traspeña, Amaya, Villamartín de Villadiego, Humada, San Martín de Humada, Salazar de Amaya, Ordejón de Abajo, Ordejón de Arriba, Los Valcárceles, Icedo, Boada, Coculina, Acedillo, Lara de los Infantes, Castrovido, Hortiguela, Navas del Pinar, Hontoria del Pinar, Miranda de Ebro, Briviesca, Villadiego, La Nuez de Abajo, Monasterio de Rodilla, Cerzo de Río Tirón, Fresno de Riotirón, Ibrillos, belorado, Olmillos, Tardajos, Burgos, Castrogeriz, Villanueva de Muñó, los Ausines, Santa María del Campo, Quintanilla de la Mata, Solarana, Villafruela, Pinilla, Arauzo de la Torre, Clunia, Roa, San Martín de Rubiales, Adrada de Haza, La Vid, Poza de la Sal, Miraveche, Villanueva de Teba, Ubierna, Soto de Bureba.

-Núcleos desconocidos: Antecuia, Uxamabarca, Vindeleia.
-Se han encontrado téseras en Belorado y dos en Sasamón.

-Asentamientos Autrigones.
Cerro de Santa Cruz (Cubo de Bureba), Cerro de San Juan (Briviesca), Virovesca, Tritium (Monasterio de Rodilla), Vindeleia (Cubo de Bureba?), Antecuia (Pancorbo?), Salionca, Uxamabarca (Caranca?), Deóbriga (Arce-Miraperez), Segisamunculum (Cerezo de Riotirón), La Mesa (Belorado), Necrópolis de Miraveche y Villanueva de Teba.

-Asentamientos Cántabros.
Amaya, Ordejón de Abajo, Ordejón de Arriba, Humada, Cidad de Ebro, Arrendó, Orbaneja del Castillo, Barrio de Bricia, Brizuela, Momediano, Quintanalacuesta, Quitanilla Valdebodres, Gredilla de Sedano, Valdelateja, San Pantaleón de Losa, Villaluenga de Losa, San Zadornil.
Necrópolis:Quintanilla Sobresierra, Icedo (Villanueva de la Puerta), Las Homazas y Ubierna.

-Asentamientos Turmogos: Braum (Burgos, Huérmeces, Ubierna o La Nuez de Abajo), Deobrígula (Tardajos), Segisamo (Sasamón), Mancellus?.

-Asentamientos arévacos: Clunia.

-Asentamientos Vacceos: Autraca (Castrogeriz), Rauda (Roa).


Fuente: La Edad del Hierro. José David Sacristán de Lama

domingo, 25 de mayo de 2008

-Yacimientos prehistóricos en Burgos


---------Yacimientos Paleolíticos.
-Yacimientos del pleistoceno inferior (2,5 millones años / 700.000 años) se han localizado en Melgar de Fernamental y en Itero del Castillo.
-Yacimientos del Pleistoceno medio (700.000 / 100.000 años) en Burgos, Atapuerca, Lerma y Palacios de la Sierra.
-Yacimientos del Pleistoceno Superior (100.000 años / Actualidad) en Cueva Millán (Hortiguela), Cueva de la Blanca y Barranco del Río Lobo.

-Restos fósiles humanos se han hallado en Atapuerca, Cueva de Valdegoba en Urbel y en Huérmeces.

-Restos del Paleolítico Superior (33.000 a.C. /9.000 a.C.) en la Cueva del Caballón y Cueva de la Blanca (Oña) y Cueva de la Aceña (Lara).
-Restos del Paleolítico Medio (130.000 / 33.000 a. C.) en la cueva de la Hermita (Hortiguela).
-Arte Rupestre encontramos en la cueva La Palomera (Ojo Guareña), cueva de Penches y cueva Mayor en Atapuerca.


-Arte Postpaleolítico ( desde el Neolítico hasta la Edad de los Metales) en Ojo Guareña, Orbaneja del Castillo (cueva del Azar), sepulcro de El Moreco (Huidobro), Penches, Cueva del Silo en Atapuerca, Dólmen de Cubillejo de Lara y cueva de San García.

---Restos del Calcolítico en Burgos. (Edad del Bronce, 2500 / 1800 a.C)
Moradillo de Roa, Roa de Duero, Adrada de Duero, Huerta del Rey, Cueva de San García, El Picacho (Silos), Monasterio de Silos, Penal de Burgos, El Castillo en Burgos, Cerro de San Miguel-La Obispa (Burgos), Castillo de Castrogeriz, Peña Amaya, Ojo Guareña, Dólmen de Ciella (Sedano), Dólmen de las Arnillas (Sedano), Túmulo de la Mina (Sedano), Túmulo de Tablada de Rudrón, Dólmen de Atapuerca, Dólmen de Cubillejo de Lara, Túmulo del Paso de la Loba (Huidobro), Jaramillo Quemado, Túmulo de Cótar, Villahoz, Lara de los Infantes, Mecerrelles, Cueva de Valdegoba (Huérmeces), Las Veguillas (Burgos) y Los Cascajos (Quintanadueñas).

-Bronce Pleno y Final en Burgos. Llamado Cogotas I.(1.800 /700 a.C.)
Adrada de Haza, Cueva de San García, Ojo Guareña, Cuevas de Atapuerca, Cueva Vallejera (Ameyugo), Cueva de la Aceña, Abrigo de Río Losa (San Pantaleón), El Castillo (Castrogeriz), Lara de los Infantes, Tejada, La Tecla en Silos, El Castillo y Burgos capital, Cabia, El Vivero y Autovía (Estepar), Los Cascajos (Quintanadueñas), Villaverde Peñahorada, Villafría, San Martín de Ubierna, Vadocondes, Olmedillo de Roa, Villegas, San Miguel (Pancorbo), Las Campanas y Santa Engracia (Pancorbo), Carretera de La Horra (Roa), ferrocarril en Quintanadueñas, Las Veguillas en Burgos, Torrepadierne.

--Espada de roblones y tipología argárica en Santa Olalla de Bureba, hachas planas en Coruña del Conde, Reinoso, Retuerta y Sasamón, puñal de remaches en Quintanilla de las Viñas.


Fuente: Los primeros metalúrgicos en Burgos. Jose Antonio Rodríguez Marcos, Miguel Angel Arnaiz Alonso

jueves, 22 de mayo de 2008

-Neila.



La villa de Neila, enclavada en un paraje espectacular, se sitúa al fondo de un valle, a 1.200 metros de altitud y rodeada por las elevadas cumbres de la Sierra de Neila. Es uno de los pueblos serranos con más encanto. Durante el proceso de reorganización territorial del siglo X estuvo integrado en el efímero alfoz de Barbadillo, pasando luego a formar parte del de Lara y más tarde de la Merindad de Santo Domingo de Silos.
Lo agreste y elevado del terreno fomentó la vocación ganadera del lugar, convirtiéndose en un importante pastadero de verano para los rebaños de ovejas merinas trashumantes. La cabaña neilense llegó a ser tan numerosa y pujante que en el año 1706 se autorizó la construcción de un lavadero de lana.

Esta secular vocación ganadera distinguía el paisaje de Neila, dominado por los prados, del paisaje de su entorno inmediato, dominado por los bosques de pinos silvestres, característicos de los municipios circundantes de la llamada sierra pinariega, con una vocación tradicional enfocada al aprovechamiento maderero del bosque y a la carretería. Sólo en los últimos años, el abandono de la actividad ganadera en Neila, va permitiendo poco a poco al bosque recuperar su espacio. Los montes de Neila, otrora jugosos pastos, empiezan a cubrirse de vegetación, a partir de las especies del entorno. De esta manera, el pino, anteriormente relegado a un lugar secundario, comienza a tener un papel central en la economía del pueblo y en el interés de sus vecinos.
La importancia que alcanzaron los ganaderos de la Mesta en este rincón de la Sierra ha quedado plasmada en las numerosas mansiones solariegas que aún subsisten.

Es el caso de la casa de los Márquez Prado, situada en la Plaza Mayor, con el escudo familiar en la fachada, o la casona de los Cuesta, en el barrio de San Miguel, que cuenta con una hermosa portada renacentista. Asimismo, en la plaza del Empedrado, hay que mencionar la casa palacio del Cura Merino, que estableció aquí su cuartel general. Destacan dos escudos que pertenecieron a la familia de los Márquez.

El casco urbano se divide en dos barrios. El barrio de San Miguel, situado sobre un terreno pendiente y desigual, está formado por viejas casas de piedra sin calles definidas. Se halla prácticamente despoblado. El edificio más destacado es la iglesia parroquial de San Miguel, que, del primitivo templo románico, conserva la cabecera y el cuerpo inferior de la torre. Sin embargo, el núcleo principal del actual pueblo de Neila es el barrio de Santa María, presidido por la iglesia de Santa María, de formas góticas tardías, si bien conserva una notable pila bautismal románica y un interesante retablo de estilo prechurrigueresco.
Uno de los rincones más cuidados del casco urbano es el nacimiento del río Neila, que en tierras riojanas se convierte en el Najerilla. Tiene sus fuentes en la Cueva de Neila, magnífico lugar para la práctica de la espeleología. Sin duda alguna, el principal protagonista del lugar es el paisaje. El Parque de las Lagunas Altas de Neila es uno de los parajes más bellos y espectaculares que se pueden visitar.
Fuente: turismoburgos.org

lunes, 19 de mayo de 2008

-Hacinas


La villa de Hacinas se encuentra en uno de los parajes más bellos y pintorescos del viejo
alfoz de Lara, a los pies de un pequeño montículo desde el que se domina el valle regado por el río
Arlanza. La comarca está dominada por una gran plataforma rocosa, la Peña de Carazo, fortaleza
natural que gozó de un gran valor estratégico en el pasado.
Este territorio, habitado desde la prehistoria, ha sido siempre una encrucijada de culturas. Los arévacos, tribu celta que ocupó estas tierras, dieron paso a la civilización romana, que extendió su hegemonía desde la cercana Clunia. Quedan también abundantes restos de la época visigótica (eremitorios como la cueva de San Marcos, tumbas antropomorfas de piedra que pueden contemplarse al lado de la iglesia de San Pedro).
Hacinas, que en el siglo X forma parte del Alfoz de Lara, se integra en el Fuero de Salas, otorgado por Gonzalo Gustios, padre de los Siete Infantes sobre los que versa el célebre romance castellano. Desde el siglo X, la villa formó parte del señorío de diversos nobles y entidades eclesiásticas hasta que en el siglo XIV pasó al señorío de los Velasco y en el XVI al de los condes de Monterrey. El trazado del pueblo es irregular y alargado y se divide desde el siglo XVI en cuatro barrios: Barrio de la Fuente, la Revilla, Barrio Nuevo y San Pedro, antes denominado la Calleja. No se conservan casas de blasones ni escudos nobiliarios.

A la entrada del pueblo se puede contemplar una curiosa colección de árboles fosilizados pertenecientes a la era secundaria con unos 120 millones de años de edad. Están considerados como unos de los fósiles vegetales mejor conservados de toda la Península Ibérica.
El castillo, en estado ruinoso, fue levantado entre finales del siglo IX y principios del X y tuvo una importancia destacada en las luchas con Navarra del siglo XI. Es un espléndido mirador desde el cual se contempla una vista privilegiada.

En la Plaza Mayor se sitúa la picota, levantada en el siglo XVI. Asimismo, de la plaza arranca una escalinata que conduce a la iglesia de San Pedro cuyo campanario, asentado directamente sobre la roca, otorga al pueblo una pintoresca silueta. La torre-campanario de Hacinas es uno de sus elementos emblemáticos. Es una espadaña natural de roca arenisca, de 20 metros de altura, con dos ventanales de arco de medio punto y la figura del Sagrado Corazón sobre ellos.
La iglesia, cimentada directamente sobre la roca, presenta una fábrica en la que se mezclan los estilos gótico y barroco, conservándose sólo seis capiteles de lo que fue el primitivo templo románico. Mientras las naves y la cabecera son góticas, la torre y la monumental portada, presidida por una escultura de San Pedro, son barrocas. En el interior hay cinco retablos también barrocos. En las afueras de la población se encuentra la ermita de Santa Lucía, construcción realizada en los siglos XVI y XVII.

Uno de los elementos más interesantes de la villa es su entramado urbano, que conserva uno de los más ricos repertorios de la arquitectura popular de la Sierra. Hay que destacar la presencia de las características chimeneas encestadas, así como la utilización de la piedra, como material constructivo básico, y de los entramados.
Hacinas es uno de los pueblos que mejor ha sabido conservar sus tradiciones. Entre sus fiestas hay que destacar la romería de Santa Lucía, que se celebra el domingo anterior a la festividad de San Mateo (21 de septiembre), y los carnavales, con la tarasca, la vaca adornada y sus comarrajos. Según la tradición, la imagen fue hallada en el hueco de una peña próxima a la actual ermita.
Fuente: turismoburgos.org

jueves, 15 de mayo de 2008

-Ervigio y Vitulo.


Por el 796, dos ricos propietarios llamados Lebato y Muniadona bajaron las gargantas del monte Ordunte por el puerto de Tornos hacia el valle de Mena. Con ellos iban gentes de su casa, siervos deseosos de salir de las estrecheces de los valles astur-cántabros.


Sus hijos, el abad Vitulo y el sacerdote o presbítero Ervigio, continuaron su obra aprovechando la influencia de la familia en la zona. En el actual pueblo de Burceña, al pie del monte Ordunte, construyeron con sus propias manos una iglesia dedicada a San Esteban, realizando también presuras alrededor y recuperando varios molinos. Manejan el arado y el azadón, acarrean piedra,, plantan viñas, siembran, construyen y cuidan los rebaños. Un poco más al sur, en la falda de un monte, levantaron otra iglesia a la que enriquecen con reliquias de San Emeterio y San Celedonio en Taranco, al que dotan de libros, ganados, tierras, molinos y casas, y realizan presuras alrededor incluyendo los núcleos de Fauzes (Hoz de Mena) y Ordelione (Ordejón de Ordunte) entre otros.


Hacia el oeste, el abab Vitulo cruzó el monte Cabrio, frontera entre Castilla y el valle de Mena, y encontró las ruinas de la antigua Area Patriani. , posiblemente al actual pueblo de Agüera. Allí levantan la iglesia de San Martín, realizan presuras en los campos de alrededor y construyeron molinos en el río. Allí comenzó a construir lo que andando los años sería Espinosa de los Monteros, junto a la vía romana que iba desde Amaya hasta Flaviobriga.

martes, 13 de mayo de 2008

-El siglo XIX Burgalés. II


Queda fuera de toda duda que la Desamortización eclesiástica, aparte de otros efectos, tuvo
una incidencia claramente negativa en la historia del Patrimonio artístico, toda vez que desaparecen del mapa cultural del momento los monasterios masculinos, centros tradicionales de cultivo y renovación de las artes, y se cortan de raíz las fuentes materiales que sustentaban el patrocinio artístico del resto de entidades religiosas, forzadas, en su mayoría y en el mejor de los casos, a una política de conservación de lo heredado del pasado.
Fuera de este sombrío panorama queda la Iglesia Episcopal, que sabe compensar la pérdida de poder económico con el mantenimiento y, desde finales del siglo XIX, la intensificación de su influencia religiosa, política y social, lo que le permitirá recomponer con ventaja su figura institucional, como dejan de manifiesto los edificios de nueva planta que se levantan en la cabecera de la diócesis burgalesa a finales del siglo XIX y principios del XX: el Seminario Menor de San José, el Mayor de San Jerónimo –actual Facultad de Teología--, y el Palacio arzobispal. Todavía en los años sesenta del mismo siglo XX, en la plenitud del Franquismo, la iglesia diocesana se dota de un nuevo y emblemático edificio para albergar el Seminario Mayor, último eslabón de una larga etapa cultural y religiosa de signo expansivo, que dará paso, en las últimas décadas del siglo, a una política claramente defensiva, compartida por los poderes públicos, de conservación y restauración de su patrimonio.

Por lo demás, el siglo XIX seguirá animando la vida política y social de los burgaleses con sucesivos episodios bélicos –las Guerras Carlistas I (1833-1840) y II (1846-1849), sobre todo— y repetidos sobresaltos políticos, que sólo remitirán cuando, en 1874, se instaure el régimen de la
Restauración, sistema político que permitirá un tránsito sosegado del siglo XIX al XX. Entre crisis y remansos de paz, la población burgalesa apenas crece en la centuria decimonónica, pasando de 240.000 habitantes a 338.000 para el conjunto provincial, y de 13.000 a 30.000 para la capital. En todo caso, este tímido crecimiento, que para la ciudad de Burgos se debe más a la inmigración que a la propia dinámica demográfica, se produce de manera entrecortada y espasmódica, como corresponde a una sociedad que vive aún dentro de los parámetros económicos propios del Antiguo Régimen, con un sector agrícola dominante, pero estancado técnica y gerencialmente, y un sector secundario que se resiste a superar los marcos de la artesanía tradicional, salvo, tal vez, en Pradoluengo, Miranda de Ebro y la capital del Arlanzón.

Al final de siglo, la ciudad de Burgos se debate entre la nostalgia del pasado y las incertidumbres del futuro. En primer lugar, el desarrollo de las comunicaciones –primero las carreteras y después el ferrocarril— la sitúan en una excelente posición estratégica en el tercio norte peninsular, posición que más se debe a las exigencias de los emergentes núcleos industriales periféricos que al dinamismo interno. Y, en segundo término, la consolidación como una ciudad-sede de las instituciones propias del Estado liberal –Audiencia Territorial y Diputación Provincial— y de las instancias de poder más antañonas, ahora renovadas --Capitanía General, con sus cuarteles anejos, Sede Arzobispal— van a conferir a esta capital un aire funcionarial netamente conservador, en cuyas calles predominarán los tipos humanos representados por los clérigos, los militares, los altos funcionarios y una minoría de comerciantes y artesanos de vuelo corto y vida social recogida en los casinos y clubes de la alta sociedad.
Al calor de estas instituciones y grupos más adinerados de la población, la ciudad mejora su aspecto con el alzado de nuevos edificios oficiales y la rehabilitación de la inmensa mayoría de las casas que componían los barrios bajos de la ciudad medieval, al tiempo que, tras el derribo de los
tramos de la muralla pegados al río, se abre a la luz del sur proyectando nuevas calles para dar forma a los espacios de solaz colectivo que adornan las orillas del Arlanzón. Por supuesto, el ejemplo se repetirá en numerosas villas de la provincia, en las que el modelo de caserío medieval, cercado y apretado, dará paso a las calles amplias y los barrios abiertos donde se alojarán los miembros de las burguesías locales emergentes.
Fuente: turismoburgos.org

miércoles, 7 de mayo de 2008

-El siglo XIX Burgalés. I


El siglo XIX despierta en las tierras burgalesas con un sobresalto estruendoso: en 1807 acampan en la capital y en Espinosa de los Monteros sendos contingentes militares procedentes de Francia, con el pretexto de asegurarse el paso hacia Portugal, aunque con la intención clara de integrar todo el suelo peninsular en el Imperio de Napoleón. Burgos, como nudo de comunicaciones privilegiado hacia Portugal y hacia Madrid, y Espinosa, como base de operaciones para el dominio del norte cantábrico, se convierten en campamentos improvisados de las tropas francesas, que tuvieron que emplearse a fondo para sofocar los intentos de rebelión de las poblaciones locales, agobiadas por el peso de la presencia agresiva del ejército invasor.

Como sabemos, la lucha contra los ocupantes extranjeros, conocida como Guerra de la Independencia, se prolongará durante seis años (1808-1814), provocando a su paso un largo reguero de desgracias en todos los ámbitos de la vida española. Por lo que al escenario burgalés se refiere, las huellas del paso de los ejércitos napoleónicos quedaron bien grabadas en los numerosos monasterios y conventos allanados y saqueados, en las abundantes joyas artísticas y documentos históricos robados y trasladados a Francia y, en fin, en el sometimiento sistemático de la población burgalesa a requisas arbitrarias y abusivas, con el consiguiente empobrecimiento general de la misma. Basten un par de ejemplos para ilustrar estos fenómenos: en el apartado de los allanamientos, sabemos que los monjes de San Pedro de Cardeña fueron desalojados del cenobio por las tropas francesas, y el propio monasterio sometido a un saqueo brutal, de cuyos efectos no se libraron los restos del Cid y su esposa Jimena, salvajemente profanados por la soldadesca.
Y, en lo que a las destrucciones se refiere, esta contienda, con los enfrentamientos bélicos terminales que franceses e ingleses protagonizaron en los cerros del Castillo y San Miguel de la capital, puso punto y final al patrimonio arquitectónico de estilo románico que todavía sobrevivían en los templos de Santa María la Blanca, San Martín y San Román, situados en la cima y en la falda del Castillo. De manera indirecta, la Catedral y la iglesia de San Esteban también sufrieron en sus muros y ventanales los efectos nocivos de la artillería beligerante en los cerros vecinos.

Entre tanto desastre, la Guerra de la Independencia sirvió de banco de pruebas para la puesta en escena de una modalidad novedosa de táctica militar: la guerrilla, inaugurada en tierras burgalesas por los geniales Cura Merino y El Empecinado, y destinada a disfrutar de un rotundo éxito en toda la contemporaneidad.
Apenas se hubieron apagado los resquemores de la guerra contra los franceses, se acomete en España la transición efectiva del Antiguo Régimen, basado en el privilegio, al Liberalismo, con la declaración de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley como bandera programática. Por supuesto, el cambio no se produjo sin traumas, cuyos efectos más llamativos comienzan a dejarse notar al comienzo del reinado de Isabel I (1833-1868), con la supresión del diezmo eclesiástico y de todos los privilegios que afectaban a la nobleza, a las corporaciones profesionales --Concejo de la Mesta, Cabaña Real de Carreteros--, a determinados concejos y a las entidades eclesiásticas, y con los proyectos desamortizadores, que tuvieron, en los años 1836-37, una especial incidencia en el conjunto de las instituciones religiosas, de manera especial en las comunidades monásticas masculinas.
De repente, los monjes fueron expulsados de los monasterios; sus bienes, expropiados y desamortizados --puestos a la venta—, y los edificios cenobíticos, abandonados a su suerte, que en muchos casos no fue otra sino el abandono definitivo y la subsiguiente ruina, como bien podemos comprobar en San Pedro de Arlanza, Santa María de Obarenes o Santa María de Rioseco. Por su parte, las comunidades monásticas femeninas, la Sede Episcopal, con su obispo y cabildo, y las parroquias, con sus curas, se mantuvieron en pie, pero despojados del diezmo y de la inmensa mayoría de sus bienes y rentas, quedando a expensas de los beneficios de su trabajo, en unos casos, de las asignaciones estatales, en otros, y, en general, de las aportaciones voluntarias de los fieles.

lunes, 5 de mayo de 2008

-La Edad Moderna Burgalesa.


El ciclo expansivo iniciado a mediados del siglo XV se quiebra en la década de los ochenta
del siglo XVI, dando paso a un periodo de atonía y recesión generalizada, con descenso de la
producción, retroceso demográfico y ralentización de los intercambios, en cuyo sector se dejaba notar la quiebra del mercado de la lana castellana con Flandes. La ciudad de Burgos pierde la mitad de su población, descenso también apreciable en Miranda de Ebro y Aranda de Duero, en este caso de manera más llamativa, dado el relativo buen tono de la economía de La Ribera gracias a la buena marcha del negocio del vino a lo largo de todo el siglo XVII.

De esta atrofia general, que se va a prolongar a lo largo de todo el siglo XVII y comienzos del XVIII, se libra también, en parte, la comarca de La Sierra, donde la boyante ganadería y la carretería compensan la caída de la producción agraria. Particularmente destacado, en el mismo ambiente de atonía general, es el contraste que ofrece la villa de Lerma a comienzos del siglo XVII, gracias al empuje urbanístico y constructivo del Duque de Lerma, auténtico artífice de la imagen más rutilante y esbelta de la villa a lo largo de su historia.

De acuerdo con estas pautas, la producción artística también se ve afectada por la crisis, cuyo síntoma más evidente es la disminución de la construcción de edificios, para refugiarse
selectivamente en la escultura y en la pintura. Salvo en casos aislados, más frecuentes en las zonas antes citadas de menor incidencia de la crisis, el barroco, estilo artístico dominante en la época, se refugia en el interior de los edificios, fundamentalmente religiosos, alumbrando un riquísimo patrimonio artístico, que se plasma en retablos, esculturas y pinturas de gran fuerza expresiva e impacto visual.

Andando el siglo XVIII, la tendencia vuelve a cambiar de signo, alumbrando un nuevo periodo de crecimiento, que traerá consigo novedades de significado histórico trascendental. En el ámbito de la ideología, La Ilustración, alentadora de una cultura de signo laicista y vocación rupturista respecto al pasado. En el ámbito de la economía, las primeras experiencias de empresas fabriles –en Burgos, Pradoluengo, Frías, Espinosa de los Monteros, Valdenoceda y Melgar de Fernamental--, de las que tan sólo las pañerías de Frías y de la capital, y, sobre todo, de Pradoluengo, consiguieron asentarse en el panorama económico provincial.

Con las ideas ilustradas llegaron el intervencionismo estatal en materia de enseñanza del arte y la implantación de unas consignas estéticas de corte academicista y desangelado, que tomaron forma con el Neoclasicismo. Estas formas aún inspiran algunas construcciones religiosas, entre las que destaca la iglesia monasterial de Santo Domingo de Silos, aunque su proyección se deja notar con mayor nitidez en buena parte de los edificios públicos levantados en la segunda mitad del siglo, entre los que destaca un buen número de Casas Consistoriales --Burgos, Sotillo de la Ribera, Miranda de Ebro…--, cárceles, alhóndigas, posadas, hospitales, hospicios, escuelas o teatros.
Fuente: turismoburgos.org

jueves, 1 de mayo de 2008

-El siglo de oro burgalés.


A mediados del siglo XV, el semblante de los burgaleses cambia de nuevo, esta vez para bien. Se roturan nuevos campos, se amplía la cabaña ganadera, se organizan mejor los campos de cultivo y las zonas de pasto, se intensifica selectivamente el cultivo de la vid, mejoran las comunicaciones, se anima el mercado, sector en el que la ciudad de Burgos va a situarse en vanguardia durante más de un siglo, y se multiplican las actuaciones encaminadas a enriquecer el territorio cultural con notabilísimas obras de arte.

En este campo, las obras maestras se multiplican por doquier, tanto en el ámbito de la arquitectura como en el de la escultura y la pintura. Los estilos se suceden con cierto dinamismo, pasando del Gótico flamenco del siglo XV y principios del XVI – agujas y Capilla del Condestable de la catedral de Burgos, claustro del monasterio de San Salvador de Oña, Santa María de Aranda de Duero-- al Renacimiento –escalera dorada y cimborio de la Catedral de Burgos, palacios de las calles burgalesas Fernán González y Calera, Puerta de los Romeros del Hospital del Rey--.


En todo este frenesí creativo, las instituciones eclesiásticas compiten en iniciativas y afán renovador con la nobleza, como venía siendo habitual, grupos a los que ahora se unen las oligarquías urbanas, sobre todo la burgalesa, inmensamente enriquecida con el negocio de la lana y generosamente dispuesta a participar en el mecenazgo del arte burgalés.