domingo, 22 de abril de 2012

-"El valle de las espadas". Recuerdos de su rodaje en tierras burgalesas.


No se han olvidado todavía en Covarrubias de aquellas semanas de trajín, cuando la hermosa villa rachela se convirtió en plató de cine para una superproducción de lujo americano-española. El Galín, por ejemplo, no dio abasto aquellos días entre desayunos, almuerzos, comidas y cenas. No hay más que repasar las fotos del gran Eliseo Villafranca para atestiguar la expectación que levantó en la comarca el desembarco del equipo técnico con toda su fanfarria. «Esto parecía Hollywood», recuerda con cariño un octogenario Ricardo Ladriñán, que trabajó como jefe de grupo de los extras cobrando, reconoce, una fortuna. «Fue algo fabuloso, espectacular», subraya.


Se cumplen ahora cincuenta años del rodaje de una película que convirtió el Valle de Carazo en un gran teatro al aire libre; al rebufo de éxitos como El Cid, las tierras castellanas iban a conocer una época dorada, acogiendo durante aquella década de los años sesenta numerosos rodajes de postín. El valle de las espadas, dirigida por el español Javier Setó, realizó un enorme despliegue técnico y contó con miles de extras locales en todos los lugares de rodaje, que se repartió entre Covarrubias, Santo Domingo de Silos, San Pedro de Arlanza, Peral de Arlanza, Berlangas de Duero, San Esteban, Calatañazor, Covaleda, Peñafiel o Fuensaldaña.
El valle de las espadas fue el título con el que se comercializó en España, ya que en Estados Unidos se llamó The castilian, y narra la epopeya del conde Fernán González a partir de la leyenda del caballo y el azor, aquella que cuenta que el caballero castellano se convirtió en conde merced al ‘regalo’ que le hizo de sus inseparables animales al rey de León. El guion es un refrito también arrancando del ‘Poema de Fernán González’ y pasó por la cartelera sin demasiado éxito, o al menos ni parecido al que había cosechado poco antes El Cid. El reparto, con actores españoles y norteamericanos, no era magro.
Cierto que no había un Charlton Heston o un Orson Welles de turno, pero sí secundarios de lujo yanquis como Broderik Crawford, Frankie Avalon o César Romero. El papel femenino fue para la sensual y bella actriz mexicana Tere Velázquez. Dos de los actores principales eran españoles. En el papel de Fernán González, un jovencísimo Espartaco Santoni (cierto que nacido en Venezuela), que ya despuntaba como latin lover; en el del rey de León, el gran Fernando Rey, que ya había participado en películas como Viridiana (a las órdenes de Luis Buñuel).

  Más de 2.000 extras tomaron parte del rodaje. Una de las escenas más espectaculares, que recrea la principal batalla de la película, se rodó en tierras burgalesas con hasta cinco cámaras. Ladriñán recuerda que participó, espada en ristre, en al menos seis batallas, y destacó el fantástico papel que hicieron los extras burgaleses, a los que él en persona reclutó por los pueblos del entorno. Evoca además una simpática anécdota, reveladora de lo duro que era sobrevivir en aquella Castilla rural. Se ofrecía más dinero a aquellos extras que supieran montar a caballo, toda vez que muchas de las escenas así lo exigían. Eran muchos los que se apuntaban, resultando a la hora de la verdad no conocer en absoluto los secretos del noble arte de la equitación. Hubo casos, incluso, de improvisados actores que no devolvieron los ropajes de época en la creencia de que éstas también eran para ellos
No les fue nada mal a los burgaleses que participaron en tan fascinantes escenas, ya que llegaron a pagarlos hasta 90 pesetas por una jornada, un dineral para la época, y en muchos caso también el almuerzo. «Fue un rodaje bonito y, sobre todo, económico para nosotros», admite. La película se estrenó en el extinto cine Avenida de Burgos al año siguiente y contó con la presencia del propio Espartaco Santoni, cuya visita levantó una lógica expectación. Según las crónicas de la época, habitualmente entusiastas cuando había condimentos patrios, fueran estos actores o paisajes, resultaron más que generosas, llegando a calificarse la cinta como de obra maestra del celuloide, una película «grandiosa y única».
No lo fue, ni mucho menos, tampoco en Estados Unidos. Aunque en la comarca burgalesa todavía queda memoria de aquel formidable rodaje, la propia historia del cine ha relegado la cinta al desván olvido.


Fuente: www.diariodeburgos.es

sábado, 14 de abril de 2012

-Crónica del alzamiento contra los franceses. II

«2 de Abril de 1812. Ejecución de la Junta de Burgos. Entre los muchos españoles que, durante la gloriosa guerra de la Independencia dieron su vida por la patria, merecen un puesto de honor D. Pedro Gordo, vicepresidente, D. Eulogio Josef Muro y D. José Ortiz de Covarrubias, vocales, e intendente interino, el último, y D. Pedro Velasco, tesorero, que con otros constituían la Junta de Burgos, y fueron ahorcados por los franceses en Soria el día 2 de Abril de 1812.

Dominada la capital por las tropas invasoras, no pudo constituirse en ella la Junta de defensa que, como en las demás provincias, se formó en la de Burgos para fomentar el levantamiento y organizar fuerzas que combatiesen a los franceses, y por esta causa se estableció en Salas de los Infantes el día 13 de junio de 1809, bajo la presidencia del inolvidable marqués de Barriolucio, burgalés insigne que además organizó por su cuenta y mandó personalmente una partida llamada «Voluntarios de Burgos», en la que figuraban jóvenes de familias distinguidas, y que constaba de dos batallones de infantería y dos escuadrones de caballería.
Las vicisitudes de la campaña y lo azaroso de los tiempos impedían a la Junta tener una residencia fija, así es que anduvo errante por varios lugares, prestando grandes servicios y siendo constantemente blanco del odio de los enemigos, que la perseguían por todos los medios imaginables.

La felonía de un mal español llamado Moreno, que renegando de su patria se puso al servicio de los franceses, hizo que cayeran en poder de éstos los cuatro vocales cuyos nombres quedan consignados, los cuales pagaron con la vida su amor a la independencia española.
En Marzo de 1812, se hallaba la Junta en el pueblo de Grado, provincia de Segovia, y sabedores de ello los franceses, enviaron una columna de caballería, que guiada por Moreno, salió sigilosamente de Aranda el día 20, y forzando la marcha llegó a Grado, en la madrugada del 21. Cercado el pueblo antes de que los españoles se dieran cuenta del peligro que corrían, fueron apresados el vicepresidente y dos vocales de la Junta, el intendente, dos empleados y veinte militares de la escolta, apoderándose también los franceses de los fondos y la documentación. Otros tres vocales lograron escapar.

Después de ser objeto de toda clase de insultos y malos tratamientos, los prisioneros fueron conducidos a pie, sin comer y medio desnudos, sufriendo en el camino tales fatigas que tuvieron que asirse a las colas de los caballos para continuar andando, porque el cansancio les vencía. Pernoctando en Ayllón, llegaron al siguiente día a Aranda, y de allí continuaron su triste viaje a Soria, cargados de grillos y arrojados en un carro.
Un tribunal militar, con la precipitación que en tiempo de guerra se acostumbra, los condenó a muerte, ejecutándose la cruel sentencia el día 2 de Abril. Aquellos buenos patriotas fueron ahorcados, sufriendo la horrible pena con asombrosa entereza, y sus cadáveres quedaron un día entero pendientes de la horca.
Al siguiente, concedido permiso para su inhumación, fueron llevados a enterrar a la iglesia del Salvador, concurriendo al acto el clero, la nobleza, las cofradías y casi todo el pueblo de Soria, que quiso así rendir un homenaje a los infortunados mártires de la Patria.

Pero sin duda la improvisada manifestación disgustó a los franceses, porque antes de que terminase la ceremonia, fue interrumpida en la misma iglesia por la tropa, que a viva fuerza obligó a los celebrantes a cargar con los cadáveres y llevarlos al lugar de la ejecución, para colgarlos nuevamente de la horca y enterrarlos luego al pie de ella.
Un sacerdote, revestido como estaba para el fúnebre acto, tuvo que transportar por sí mismo el cuerpo de D. Pedro Gordo, y ayudar a ponerle en la horca.
Pendientes de ésta permanecieron los cadáveres durante muchos días, al alcance de las aves y los perros, que los devoraron en parte, hasta que rotas las cuerdas y caídos aquellos al suelo, fueron enterrados sin ceremonia alguna en el sitio mismo del suplicio.
Algunos meses después fue evacuada por los franceses la ciudad de Soria, y los restos de los vocales fueron trasladados solemnemente a la iglesia del Salvador, con asistencia del Ayuntamiento, las autoridades y el pueblo en masa, e inhumados en el panteón de la noble familia de los Sotomayores.
Al día siguiente pronuncio la oración fúnebre el Dr. D. Juan Narciso de Torres, vicepresidente de la Junta, y poco después en el lugar de la ejecución se levantó un sencillo monumento, consistente en un obelisco de piedra con expresiva dedicatoria.

No olvidó la Patria a los abnegados ciudadanos que tan bravamente habían sacrificado su vida. En Salas de los Infantes, la Covadonga de los burgaleses, como la ha llamado un distinguido escritor local (don Mauro Muñoz, Diario de Burgos, 20 de mayo de 1912) por ser la residencia oficial de la Junta, se celebraron el día 2 de Mayo de 1812 solemnes exequias, en las que pronunció fray Domingo de Silos Moreno, monje de Silos, un elocuente sermón, que fue impreso en Madrid dos años más tarde, seguido de algunas curiosas noticias.
Aquel mismo año, en la sesión que las Cortes de Cádiz celebraron en 13 de Mayo, el obispo de Calahorra y la Calzada, diputado a Cortes por esta provincia, y sus compañeros de diputación, presentaron una exposición, relatando los méritos de la Junta de Burgos y el trágico fin de parte de ella, exposición que sirvió para que las Cortes declarasen por decreto de 19 del mismo mes a los ajusticiados en Soria Beneméritos de la Patria, acordando también conceder socorros a sus familias, y celebrar un solemne funeral que tuvo lugar en la iglesia del Carmen.

En 1908, al cumplirse el centenario del Dos de Mayo, la ciudad de Soria acudió procesionalmente al monumento erigido en honor de aquellos héroes, y tributó un patriótico homenaje a su memoria.
Y en Burgos, por iniciativa del docto catedrático y erudito escritor D. Eloy García de Quevedo tan entusiasta de las glorias burgalesas (Diario de Burgos, 7 de mayo de 1912), se celebró en la Catedral, el día 19 de Mayo de 1912, centenario de la declaración de Beneméritos de la Patria, un solemnísimo funeral, con asistencia de las autoridades, corporaciones, comisiones oficiales y enorme concurso de pueblo.
Pronunció la oración fúnebre el canónigo D. Ricardo Gómez Rojí, y entonó un responso delante del túmulo el arzobispo, revestido de pontifical.»

Fuente: (Juan Albarellos Berroeta [†1922], Efemérides burgalesas [1919], 4ª edición, Burgos 1980, págs. 95-97.)

viernes, 13 de abril de 2012

-Crónica del alzamiento contra los franceses. I

«18 de Abril de 1808. Para tal día hacía ya muchos que Burgos se veía invadido por los ejércitos de Napoleón sin que nadie supiese, a ciencia cierta, el motivo de su llegada a España. En las altas esferas del Poder se creía que venían como amigos y que iban de paso para Portugal; que tal vez, pensaban algunos, traían el propósito de robustecer la autoridad del recién proclamado Fernando VII. El pueblo, con instinto admirable, recelaba que algo se tramaba contra España; observaba que los extranjeros se portaban más como invasores que como huéspedes; veía sus peticiones crecientes, su conducta poco amistosa, y un malestar sordo y callado dominaba en las gentes.

Poco hacía que el nuevo monarca había pasado por Burgos dirigiéndose a buscar al que estimaba su gran amigo Napoleón Bonaparte. Éste debía haberle esperado en Burgos, pero aquí no llegó. Ciegos el monarca y cuantos le aconsejaban, siguieron a Vitoria desoyendo las prudentes advertencias del Ayuntamiento de Burgos que, al tener noticias de que el rey había inopinadamente salido para la capital alavesa, aún extremó su patriótica actuación enviando a aquella ciudad comisionados que le advirtieran y suplicaran no siguiese adelante, gestión que ningún resultado obtuvo. Fernando dijo que había leído la carta del Ayuntamiento que los comisionados le llevaron, y que agradecía su celo... pero marchó a Bayona.

Parte de las tropas francesas en Burgos acantonadas, salieron hacia Vitoria el 17 de Abril, al encuentro, según decían, de Napoleón. Parece, así lo dicen quienes entonces vivían, en documentos que están publicados, parece digo, que tales tropas encontraron en su camino a un correo español o a un guardia de Corps que traía pliegos para Burgos o, no está ello bien averiguado, para la Junta de Gobierno de Madrid. Le detuvieron, le registraron, aún se dijo que se apoderaron de la correspondencia.
Los elementos populares de Burgos, enterados con indignación de este hecho, se reunieron en grupos el 18 de Abril y acudieron a protestar violentamente ante el Intendente de la Ciudad, marqués de la Granja, quien les desatendió, «les hizo poco caso» dice un testigo presencial. La indignación fue creciendo: «Muera –decían las gentes–, ya no hay justicia en Burgos.» Atemorizado el Intendente, corrió, acompañado de personas respetables que le protegían, a refugiarse en el Palacio Arzobispal, situado entonces, como es sabido, en la plaza que hoy llamamos del Duque de la Victoria, porque allí creyó estar seguro ya que existía una guardia francesa, pues en tal edificio estaban preparadas las habitaciones para Napoleón.

El pueblo, enfurecido, arreciaba en sus «mueras»; y gritaba «fuera esa guardia»; llegó a arrojar algunas piedras, pretendió desarmar a un centinela, y entonces el jefe de la guardia, bárbaramente, sin previo aviso, ordenó hacer fuego, y dice Palomar, artesano burgalés que anotó estas y otras noticias curiosas: «A la primera descarga, tres hombres quedaron muertos en el suelo.»

Nada más pasó; aterrados los burgaleses, incapaces de hacer frente a las fuerzas que de varios sitios acudieron, se retiraron dolidos, irritados, jurando venganza. Allí puede decirse que empezó la Guerra de la Independencia; aquella fue la primera sangre española vertida, días antes de que la salida de las personas reales del palacio de Madrid diera lugar, el 2 de mayo siguiente, a los heroicos hechos y a las terribles matanzas de patriotas españoles que la Historia ha descrito y todos recordamos.
Aquellos tres hombres, víctimas de la tropa extranjera por oponerse a los invasores, fueron los primeros españoles muertos por la independencia patria. Sus nombres obscuros, eran pobres menestrales a cuyas familias el Ayuntamiento socorrió, han estado olvidados mucho tiempo. El propio don Anselmo Salvá, que acerca de Burgos en la Guerra de la Independencia, escribió un libro, acaso el mejor de los suyos, no los conocía: eran Manuel de la Torre, Nicolás Gutiérrez y Tomás Gredilla.

Halló tales nombres en un documento de la época don Juan Albarellos y los publicó en su importante obra Efemérides burgalesas. Y ahora al fin –si la lápida se hubiera labrado en 1909 no figurarían en ella–, ahora van a quedar esculpidos en piedra para ejemplo de las generaciones venideras. El hecho es sencillo; sencilla y toscamente le he relatado, acuciado por la urgencia de publicar este trabajo y por el miedo de hacerle demasiado largo. Pero dentro de su sencillez, significa tanto, vale tanto y sirvió para tanto, que bien merece ser conmemorado. El sacrificio de estos burgaleses que apasionada, violentamente se alzaron contra los invasores, no fue perdido. (...)»
(Eloy García de Quevedo, Las víctimas burgalesas de la guerra de la Independencia, Burgos 1937, págs. 14-16.)

jueves, 12 de abril de 2012

-Burgaleses, los primeros en levantarnos contra Napoleón.


Probablemente la mayoría de los burgaleses desconozca quienes fueron Nicolás Gutiérrez, Tomás Gredilla, Manuel de la Torre y José Apéstegui. Ni una calle pequeña tienen en la ciudad y tan solo un recuadro en el Arco de Santamaría  colocado en el año 1937 les recuerda como los mártires que fueron. Porque estos cuatro anónimos artesanos son las primeras víctimas de la Guerra de la Independencia. Trece días antes del famoso 2 de Mayo de 1808, cuando estalló en Madrid la revolución contra el invasor, cerca de la Catedral se derramó la sangre de estos burgaleses bajo el fuego de los soldados napoleónicos, que dispararon por miedo.

En el palacio arzobispal, donde tenían la sede los mandos galos, se arremolinaron armando bulla un grupo de ciudadanos hartos de la chulería francesa. Antes de que la cosa fuera a más (porque tenía toda la pinta de ir a más: gritos contra Napoleón, vivas a España...) los soldados sacaron a pasear sus bayonetas y apiolaron a estos cuatro  vecinos -Apéstegui murió por las heridas algunos días después- y, claro, el tumulto se deshizo.
Pues bien. 204 años después, el Ayuntamiento quiere recordar este hecho acaecido el 18 de abril de 1808 -al que llama con rigor primer alzamiento contra las tropas napoleónicas-  y ha preparado un programa de actos para ponerlo en valor y como antesala de las celebraciones que tendrán lugar en 2013 bajo el lema ‘La huella francesa’ a las que, según explicó ayer el concejal de Cultura, Fernando Gómez, serán invitadas las autoridades del país vecino.


Porque -aclaró- no todo fueron abusos los que esta ciudad recibió por parte de los galos. La reorganización urbanística del entorno y la mejora de la higiene de las calles, además de un cierto acervo cultural fueron la herencia positiva que dejaron los hijos de Francia en Burgos, según el concejal de Cultura.
Homenajes a la bandera española, recreación del alzamiento contra las tropas de Napoleón, una charla sobre Wellington y visitas al Castillo compondrán el grueso de las celebraciones en las que van a colaborar las Fuerzas Armadas, la Asociación Cultural de Amigos del Museo Histórico Militar de Burgos y el Comité de Folclore.

En los paseos seguramente se hará referencia a la Iglesia de San Román, de cuyo bombardeo por los franceses se cumplen ahora 200 años. En ese momento se encontraban dentro más de trescientos soldados, ya que el templo se utilizó durante la contienda como lugar de apoyo y defensa de la fortaleza. Recientemente informábamos de que la realización de las catas para ubicar sus restos corrían peligro por falta de fondos pero Fernando Gómez dijo que hay presupuestados 12.000 euros para realizar al prospección y que bien podrá utilizarse como recurso turístico.
Otro de los protagonistas de las jornadas que prepara el Consistorio será Arthur Wellesley,  duque de Wellington, cuyas tropas asediaron el Castillo desde finales de 2012 aunque no consiguieron echar a los franceses hasta el año siguiente.

Programa:
La bandera: El domingo, 15 de abril, comienzan los actos con un homenaje a la bandera de España a las 12 horas en la Avenida de la Paz. Después, a las 13 horas, se recreará el primer alzamiento contra las tropas napoleónicas en la Plaza del Rey San Fernando.

>Las visitas: ‘El Castillo de Burgos en la Guerra de la Independencia’ es el título que han dado a las visitas guiadas, cuya autoría es de Roberto Garrido, que se realizarán los días 16 y 17. Saldrán a las 13 y a las 17 horas de Nuño Rasura, 7.

La conferencia: Cristina Borreguero, catedrática de Historia Moderna de la Universidad de Burgos hablará de Wellington ante el Castillo de Burgos el 17 de abril a las 20,15 horas en el Salón Rojo del Teatro Principal.

El homenaje: El miércoles, 18, a las 11 horas en la Plaza del Rey San Fernando tendrá lugar la conmemoración oficial del primer alzamiento de España contra las tropas napoleónicas.

Fuente: www.diariodeburgos.es

miércoles, 11 de abril de 2012

-El Alcázar acoge la muestra ‘Documentalia Medieval’ en Medina.

Los visitantes que se acerquen a Medina de Pomar hasta primeros de mayo y los vecinos de la ciudad podrán disfrutar de ‘Documentalia Medieval’, una nueva exposición temporal que acoge el Museo Histórico de las Merindades, ubicado en el Alcázar de los Condestables.
La muestra estará en sala de Bellas Artes del museo hasta el 3 de junio y está cedida por el ‘Museo del Libro Fadrique de Basilea’ de Burgos. La muestra de Medina de Pomar se centra en documentos de la Edad Media de los siglos XI al XVII y destacan obras como la ‘Carta de Arras del Cid’, los documentos de Salamanca del Cid y doña Jimena, las ordenanzas de Castilla en Brujas o la concesión de un mercado por parte de los Reyes Católicos a la ciudad de Burgos.
Además, esta exposición se complementará con un taller educativo familiar el próximo 15 de abril a las 17:00 horas en el Museo sobre la elaboración de un  facsímil con el título ‘Aprende a hacer un facsímil en familia’ con la aportación de un donativo de dos euros; y el  24 de abril, martes se celebrará una charla en el entorno de ‘Documentalia Medieval’ con el título ‘Un recorrido en la historia del libro y sus documentos’. Será  a las 20 horas y el ponente, el historiador Rodrigo Burgos Ortega.

Fuente: www.elcorreodeburgos.com

martes, 10 de abril de 2012

-Miradores de la Bureba.

Poder apreciar con detalle la diversidad de la comarca burebana hace que los miradores panorámicos sean la única forma ‘terrestre’ de poder echar un vistazo desde el cielo. Esto ha llevado a la proliferación de estos enclaves en puntos muy distintos de la comarca y en algunos casos a combinarlo con el doble objetivo de poner en valor el patrimonio arquitectónico.
Ayudados por la particularidad geográfica de la comarca burebana, de estar prácticamente rodeada de altos picos, ofrece un singular turismo aéreo con vistas sorprendentes, especialmente por los coloridos contrastes.
Así, en el mirador de El Portillo de Busto se comprueba la fusión entre las montañas de los Montes Obarenes que circundan esta parte de La Bureba y el interior del amplio territorio llano hasta su otra frontera montañosa. La diferencia de vegetación apreciable desde este punto tiene un efecto camaleónico al ser radicalmente distinta según la estación en la que se le visite.
Incluso la meteorología ofrece irrepetibles efectos como un auténtico mar de nubes sólo apreciable desde este privilegiado punto.

La naturaleza también es la protagonista en el mirador de Lences de Bureba desde donde se divisa en estas fechas el manto blanco de los almendros en flor como si fueran la vanguardia de la floración del cerezo en el Valle de las Caderechas. Casi enfrentado esta el mirador de Poza de la Sal, situado a tiro de piedra del monumento a Félix Rodríguez de La Fuente.
Desde él, una incomparable imagen del Diapiro de Poza enseña una formación geológica única en el mundo y permite ver en su extensión las salinas de Poza que se extienden a derecha e izquierda del mismo.
Con otra filosofía, los miradores de Pancorbo y Monasterio de Rodilla combinan la espectacularidad de la naturaleza con el pisar lugares donde se forjo la historia de la comarca. Así, en el primero instalado en la recuperada fortaleza de Santa Engracia se observa el impresionante desfiladero que muestra toda su salvaje naturaleza cortada a pico que transforma en simples juguetes las obras fruto de la mano humana. Esta altitud permite mirar literalmente cara a cara a los grandes ejemplares de buitres que anidan en la zona mostrando en sus vuelos un bello aspecto muy distinto con el que comúnmente se les conoce.

Fuente:  http://www.elcorreodeburgos.com/